La beatificación de Juan Pablo II

      Este domingo se vive en Roma un hecho de gran repercusión en todo el mundo: la beatificación de Juan Pablo II. Si su muerte atrajo a la Ciudad Eterna una gran multitud de peregrinos, en especial jóvenes, también se prevé que sucederá lo mismo con motivo de su elevación a los altares.

      Se ha escogido para la ceremonia de hoy el segundo domingo de Pascua que este año coincide con el día primero de mayo. Este domingo se llama también “de la Divina Misericordia”, que fue instituido por el mismo Juan Pablo II, que dedicó a la misericordia de Dios una de sus encíclicas, la titulada precisamente Dives in misericordia, o sea,  Dios “rico en misericordia”. Además, se da la circunstancia de que la muerte del Papa Karol Wojtyla se produjo exactamente en la vigilia de esta misma fiesta, el 2 de abril de 2005.

     Esta beatificación fue anunciada por el mismo Benedicto XVI a los fieles congregados en la plaza de San Pedro para la plegaria del ángelus el 16 de enero. Ese día el Papa al anunciar la beatificación de su “estimado predecesor”, añadía que “todos los que lo conocieron, todos los que lo apreciaron y amaron, serán felices con la Iglesia por este acontecimiento”.

     Seguramente muchos recordarán una fotografía que dio la vuelta al mundo con ocasión del fallecimiento del Papa: unos jóvenes sostenían una pancarta en la plaza de San Pedro en la que se leía en  italiano: “Santo subito”. Era una demostración de la gran estima suscitada por la figura de Juan Pablo II durante los 27 años de su pontificado.

     Concluye así el proceso de beatificación que ha seguido todas las normas de la Iglesia y que comenzó sólo dos meses después del fallecimiento del Papa. Sólo fue derogada la norma que señala los cinco años como el plazo que ha de transcurrir desde la muerte del siervo de Dios hasta el momento en que se inicia el proceso de la beatificación. El mismo Juan Pablo II autorizó esta excepción para la madre Teresa de Calcuta, fallecida en 1997 y beatificada en el 2003.

     La terminación del proceso ha sido posible por el reconocimiento del milagro por la intercesión de Juan Pablo II, una curación “inexplicable para la ciencia”, una curación vivida por una religiosa francesa, Marie Simon-Pierre, que sufría la enfermedad de Parkinson, la misma enfermedad progresiva que llevó al Papa polaco a la muerte. La enfermedad de la religiosa desapareció completamente después de que ella y las religiosas de su comunidad –las Hermanitas de las Maternidades Católicas- invocaran la intercesión del Papa que tanto hizo en defensa de la vida desde su concepción hasta su fin natural. Cuando, a pesar de las plegarias de las religiosas, la salud de la hermana Simon-Pierre se iba degradando, su superiora le decía una y otra vez: “Juan Pablo II no ha dicho todavía su última palabra”. Pero esta palabra llegó en la noche del 2 de junio de 2005, cuando la hermana María sintió el deseo de levantarse y escribir algo. Por entonces, ya no lo podía hacer a causa de su dolencia. Se sorprendió al observar que escribía casi con normalidad y en la misa de la mañana siguiente tuvo plena conciencia de su curación y suspendió el tratamiento. Y ahora continúa en su trabajo habitual al servicio de la familia y la vida, que es la misión de su congregación. “He sido curada –ha dicho- para seguir al servicio de la vida”.

     La beatificación de Juan Pablo II me parece que nos acerca la santidad como el gran signo de credibilidad de la fe cristiana. Y nos invita también a dar gracias a Dios por este gran servidor de Dios, de la Iglesia y del mundo que fue Juan Pablo II.

     + Josep Àngel Saiz Meneses 

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa