En la segunda parte de la encíclica Deus caritas est, el Papa Benedicto XVI aborda la cuestión de la solidaridad y la ayuda desinteresada al prójimo como forma de amor. Intenta demostrar cómo el amor que viene de Dios debe manifestarse en un nivel personal, de cada creyente, y también como acto de la comunidad, eclesial, organizativo. Si es realmente verdad que la Iglesia es expresión del amor de Dios, del amor que Dios tiene por la criatura humana, también debe ser verdad que el acto fundamental de la fe genera un acto eclesial. La Iglesia ha de ser comunidad de amor. La caridad es tarea de la Iglesia y la caridad de la Iglesia es una manifestación del amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Según el Papa, ese amor, que llamamos caritas, no es una mera organización de ayuda al necesitado, sino que se trata de la expresión necesaria del acto más profundo de amor personal con el que Dios nos ha creado, suscitando en nuestro corazón la inclinación a amar.
El amor al prójimo es una obligación para cada fiel y para toda la comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario. Desde el principio hubo conciencia de esa obligación y los cristianos de la primitiva comunidad de Jerusalén vivían unidos y lo tenían todo en común (Hechos, 2). Comparten sus bienes, y entre ellos no hay diferencia entre ricos y pobres. Con el rápido crecimiento y extensión de la Iglesia resulta en la práctica imposible mantener esa forma radical de comunión material, pero el principio permanece igualmente y por eso en toda comunidad cristiana debe darse una capacidad de compartir de tal manera que no haya pobres.
Más adelante se hizo evidente la necesidad de una determinada organización para llevar a cabo con más eficacia el suministro a los necesitados. De esa forma surgió la diaconía como un servicio del amor hacia el prójimo, llevado a cabo comunitariamente y de forma ordenada. Este ejercicio de caridad se confirmó como una de sus acciones esenciales. La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa, de esa forma, en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los sacramentos, servicio de la caridad. Son tareas que no pueden separarse entre sí. El amor hacia los necesitados y las acciones consecuentes para remediar sus necesidades no es una acción de suplencia o sustitución debido a las carencias de los servicios públicos. Se trata de algo esencial para la Iglesia, forma parte de su naturaleza íntima tanto como la acción evangelizadora o el servicio de los Sacramentos.
La Iglesia es la gran familia de los hijos de Dios en el mundo. En una familia no es lógico que unos miembros vivan en la abundancia mientras otros pasan necesidad. El amor de Dios conocido, creído y vivido nos lleva a compartirlo todo con los hermanos en la Iglesia y también nos conduce hasta traspasar los confines de la misma Iglesia para vivir la universalidad del amor compartiendo vida y bienes con todo ser humano necesitado. La actividad de la Iglesia en todos sus miembros ha de ser expresión del amor de Dios. Un amor recibido, compartido y proyectado, que busca el bien de la Iglesia, y que busca el bien de todo ser humano que se cruza en su camino.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa