La fe es siempre fe de la Iglesia

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

En comentarios anteriores sobre el Año Santo de la Misericordia he insistido en la importancia de renovar el acto de fe, como un acto esencial del Jubileo. Ahora deseo fijar la atención en la dimensión eclesial del acto de fe, que siempre se dirige y acaba en Dios. Este aspecto eclesial de la fe está especialmente subrayado en el libro del arzobispo Rino Fisichella Los signos del Jubileo. Como presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el autor de este libro ha recibido del papa Francisco el encargo de organizar los actos del Año Santo en Roma.

El símbolo de la fe –el Credo- se formula en los concilios de Nicea (325) y de Constantinopla (381). Este símbolo permanecerá como prototipo a lo largo de los siglos para toda otra profesión de fe. Esta profesión de fe que inicialmente sólo se hacía en el momento de bautizar, no puede limitarse exclusivamente a la celebración del bautismo. A partir del siglo IV, en efecto, adquiere un nuevo significado: ser signo de la unidad de la Iglesia entera, pasando a profesarse en la Misa..

Observa Mons. Fisichella que lo que es particularmente interesante notar en este símbolo es el uso del “nosotros creemos”, con el que se expresan los contenidos de la fe. El paso del “yo creo” al “nosotros creemos” no quita nada a la fuerza del compromiso personal con el que todo bautizado profesa los contenidos de la fe; sólo explicita una connotación que está ya de por sí presente en el “yo creo”. Decir, efectivamente, “nosotros creemos” equivale a afirmar que la fe es siempre fe de la Iglesia y nunca del solo creyente. Es por medio de la Iglesia que se llega a la fe y se renace a la vida nueva de Dios. Sin la Iglesia el bautizado no podría decir “yo creo”, porque no tendría entre las manos ni siquiera el contenido que profesar.

La fe es un acto personal, pero no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, y debe transmitirla a otro. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y con mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los demás. Cristo ha dispuesto que la Iglesia por El fundada sea la depositaria e intérprete de la Revelación. De ahí que la fe sea esencialmente eclesial. La fe divina es fe de la Iglesia, fe compartida por los fieles de todos los tiempos.

A la vez, la fe edifica la Iglesia porque la Iglesia es comunidad de fe. Fe e Iglesia están, pues, íntimamente relacionadas. Estando centrada en Cristo, la fe conlleva intrínsecamente un impulso hacia la Iglesia. Al recibir la fe en Cristo, los hombres comienzan a unirse con Cristo, y por eso, ya están vinculados a la Iglesia, ya son la familia de Cristo.

En el rito de la paz de la Santa Misa hay una oración en la que, a mi modo de ver, se expresa esta dimensión eclesial de la fe, de una manera tan sintética como bella y profunda: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles ¨la paz os dejo, mi paz os doy¨ no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”.  En estos tiempos nuestros marcados por el subjetivismo, esta referencia del creyente a la Iglesia en el mismo acto de fe me parece especialmente necesaria y oportuna. Que el Jubileo y sus actos nos puedan ayudar a renovar –pues- esta dimensión eclesial de la fe.

+Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa