El Papa Francisco, cuando el pasado 13 de marzo, recién elegido pontífice, apareció en el balcón central de la basílica de San Pedro para presentarse al pueblo de Dios, pidió que todos rezaran por su antecesor y por él mismo, y también por todo el mundo “para que haya una gran fraternidad”. Estas palabras recuerdo que merecieron ser destacadas por muchos comentaristas. Francisco habló también de fraternidad a los jóvenes en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.
YTrata también sobre la fraternidad en su primera encíclica, escrita con su predecesor, Benedicto XVI, cuando dice que “la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, (la fe) se expande en un camino fraterno” (Lumen fidei, 54).
La fraternidad ha estado y está en la frontera entre la secularidad y la fe. La Revolución Francesa la puso en su triple lema de “libertad, igualdad, fraternidad”. Y Pablo VI, tan sensible a los valores de la modernidad, no dudó en reclamar que los valores del famoso lema “son nuestros”.
La reciente encíclica afirma que “es necesario volver a la verdadera raíz de la fraternidad”, que para la fe cristiana no es otra que “el amor inagotable del Padre que se nos comunica en Jesús y también mediante la presencia del hermano”.
A la hora de recordar los beneficios que ha aportado la mirada de fe a la ciudad de los hombres para contribuir a su vida en común, el Papa afirma que “gracias a la fe hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan evidente en el mundo antiguo”. Señala que en el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo.
El Papa Francisco hace honor a su santo patrón –tiene previsto visitar Asís el 4 de octubre- y no olvida el amor franciscano a las cosas creadas, a las pequeñas criaturas de Dios. “La fe –escribe-, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por Él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla” (Lumen fidei, 55).
Creo que cuantos nos profesamos creyentes, seguidores de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta creencia sea realmente luz para la convivencia social con actitudes de respeto, perdón y tolerancia. El programa lo resumió y los está sirviendo ejemplarmente el Papa Francisco: “Recemos para que haya una gran fraternidad”.
Desde esta perspectiva hemos de comprometernos para vivir siempre como :
- una Iglesia al servicio de la persona concreta i de toda la sociedad,
- una Iglesia que anuncia una Buena Noticia de esperanza y amor compartido,
- una Iglesia que no impone sino que propone el Evangelio,
- una Iglesia que se hace sal que da consistencia, luz que ilumina y fermento que hace renacer,
- una Iglesia según la voluntad de Dios y según la sociedad necesita en cada moment o de la historia,
- una Iglesia que nos ayuda a conservar l nuestras raíces cristianas i que , a su tiempo, da frutos de cultura i de solidaridad.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Bisbe de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa