La gran labor de los religiosos

      El próximo jueves, 2 de febrero, se celebra la fiesta de la Presentación del Señor al Templo. Hace años, desde los tiempos del Papa Pablo VI, se organizaba en Roma una celebración especial para los religiosos y religiosas, con ocasión de esta fiesta, dando gracias a Dios por el don que es, para la Iglesia y para el mundo, la vida consagrada a Dios en las órdenes y congregaciones religiosas. En esta fiesta recordamos que, de manos de María y de José, se cumplió la presentación y la ofrenda de Jesús al templo de Jerusalén. Este hecho es contemplado como un símbolo de la ofrenda que los religiosos y religiosas hacen de sus vidas a Dios mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia y la vida en común.

      El año 1997, Juan Pablo II extendió esta iniciativa a toda la Iglesia e instituyó la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. En ese día, los religiosos y religiosas suelen unirse a la celebración de la Eucaristía presidida por el obispo, generalmente en la Catedral. Así lo haremos, Dios mediante, en nuestra diócesis de Terrassa, en una celebración a la que invito especialmente a todos los monjes y monjas, a los religiosos y religiosas de vida activa y a los miembros de sociedades de vida apostólica y de institutos seculares. Por ser un día laborable, es oportuno celebrar esta Eucaristía por la tarde.

     La cita bíblica escogida para la convocatoria de este año está  tomada del Evangelio de Marcos y dice: “Ven y sígueme” (Mc 10,21) y el lema de la jornada dice: “Vida consagrada y nueva evangelización”. Este lema expresa el sentido eclesial de estos hermanos y hermanas en el Señor que tanto bien hacen a la Iglesia y al mundo. Es sabido que la evangelización es una de las preocupaciones mayores de la Iglesia actual. El Papa viene insistiendo especialmente en este punto y para la asamblea ordinaria del Sínodo de los Obispos que se reunirá el próximo octubre en Roma ha propuesto esta cuestión: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

     El Concilio Vaticano II, del que estamos celebrando el quincuagésimo aniversario de su inauguración por el beato Juan XXIII, el 11 de octubre de 1962, como se recordará, dedicó uno de sus decretos a la “adecuada renovación de la vida religiosa y lo tituló con las palabras latinas iniciales del documento: “Perfectae caritatis”. El texto alude a la “caridad perfecta que, a través de los consejos evangélicos, tiene su origen en la enseñanza y en el ejemplo del divino Maestro, y que aparece como un signo espléndido del reino celestial”.

     Decir que la vida religiosa es un “signo espléndido” equivale ya a situarla en el contexto de la evangelización y de la llamada a la fe. Y al final del decreto que he citado, el Concilio manifiesta su gran aprecio por este tipo de vida, cuyo modelo es el propio Cristo y manifiesta que pone grandes esperanzas en su labor tan fecunda, tanto callada como pública. “Todos los religiosos –añade el Concilio- han de propagar la buena noticia de Cristo en todo el mundo con la entereza de su fe, su caridad hacia Dios y el prójimo, su amor a la cruz y su esperanza de la gloria futura” (PC 25).  

     Especialmente en la visita pastoral que estoy realizando en nuestra diócesis, soy nuevamente testigo directo de la gran labor –con frecuencia callada- que llevan a cabo nuestros religiosos y religiosas. A todos les reitero la invitación a la Eucaristía del próximo jueves y les expreso mi gran estima hacia su labor en nuestra diócesis.

       + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa