En el camino del Adviento, este domingo la liturgia nos invita a meditar y a orar con el “Cántico de María”, el Magnificat, que, tomado del Evangelio según San Lucas, inspira hoy la respuesta de los participantes en la misa dominical, como texto con el que orar después de la primera lectura. El profeta Isaías –una gran figura del Adviento- anuncia en esta primera lectura la venida del Espíritu del Señor sobre su Mesías. Él ha venido a traer la buena noticia a los pobres y la libertad a los cautivos, una buena noticia que nos llena de sentimientos de gozo, de agradecimiento, de felicidad. Difícilmente podía encontrarse un texto más apropiado para interiorizar en la plegaria el texto de Isaías que el himno de María, porque el Magnificat es también un himno de alabanza y agradecimiento a Dios por las obras grandes que ha hecho sobretodo a favor de los pequeños y de los pobres. Entre los documentos que he utilizado para mi carta pastoral de este año, titulada “Madre de Dios y Madre nuestra” ocupa un lugar destacado la encíclica de Juan Pablo II “La Madre del Redentor”, publicada el año 1987. Uno de los apartados de esta encíclica se titula precisamente “El Magnificat de la Iglesia peregrina” (n. 35). La Virgen Madre está constantemente presente en el camino de fe del pueblo de Dios hacia la luz. “Lo demuestra de modo especial –dice el Papa- el cántico del Magnificat que, salido de la fe profunda de María en la visitación, no deja de vibrar en el corazón de la Iglesia a través de los siglos. Lo prueba su recitación diaria en la liturgia de las Vísperas y en otros muchos momentos de devoción tanto personal como comunitaria”. La Iglesia, siguiendo a aquel que dijo de sí mismo que era enviado a anunciar la buena nueva a los pobres, a través de las generaciones, ha tratado y trata hoy de cumplir la misma misión. Y ve en María el modelo de su misión maternal. Su amor preferencial por los pobres está inscrito admirablemente en el Magnificat de María- Una vez más, recurro al texto, muy profundo y bello, de Juan Pablo II, cuya devoción a María tenía unas profundas raíces doctrinales y espirituales. “La Iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en su cántico, renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús”. La Iglesia se esfuerza por ser consciente de lo mucho que le exige el mensaje del cántico de María, por eso su contenido inquietaba a Charles Maurras. Se trata de temas y problemas orgánicamente relacionados con el sentido cristiano de la libertad y de la liberación. María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. Y la Iglesia ha de mirar siempre hacia ella, como madre y como modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión. Y especialmente en estos momentos de crisis en muchos aspectos y en este mundo nuestro tan inhumano con los pequeños y los pobres. + Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa