“El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la Misericordia”. Con estas palabras se inicia el número 24 de la bula del Año Santo que estamos celebrando. Era previsible que el papa Francisco, entrañablemente devoto de María, le dedicara un apartado. Este apartado me sirve también a mí para hacer la reflexión de este domingo sobre la Virgen María, en el comienzo de mayo, el mes a ella dedicado. “La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que en todo podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios”, dice en este número el Santo Padre, que nos invita a dirigirnos a Santa María “con la antigua y siempre nueva oración de la Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús.”
Pero además esta piadosa propuesta, nos ofrece una reflexión teológica que constituye un comentario al título mariano de “Madre de la Misericordia”. El fundamento de este título es la estrecha e íntima relación de la Madre con el Hijo. El Papa da a María el título tan teológico de “Arca de la Alianza entre Dios y los hombres”, aludiendo al misterio de la Encarnación, por el que Dios se hizo hombre en su seno virginal, y por ello María “custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús”.
Este año 2016 la solemnidad de la Anunciación se celebró el pasado 4 de abril por coincidir el 25 de marzo con el Viernes Santo. Los participantes en la II Peregrinación a Tierra Santa de nuestra diócesis, que nos encontrábamos en Nazaret, pudimos celebrar la Eucaristía ese mismo día por la mañana en la parte superior de la Basílica de la Anunciación. Este santuario de la Anunciación se levanta precisamente sobre el lugar en el que, según la tradición cristiana, el arcángel san Gabriel anunció a María la encarnación de Jesús en su seno. Posteriormente, a las 12 del mediodía, participamos en el rezo del “Regina Coeli”, y por la amabilidad de los PP. Franciscanos, pudimos venerar incluso la Gruta de la Anunciación, arrodillándonos brevemente delante del pequeño altar y besando el lugar a cuyos pies están impresas las palabras que señalan la entrada del Hijo de Dios en el mundo: “Verbum caro hic factum est” (“El Verbo se hizo carne aquí).
Fue ciertamente un momento de gracia para hacer memoria y actualizar la singularidad del lugar de María en el misterio de Cristo, en la Historia de la Salvación. María es introducida definitivamente en este misterio a través de la Anunciación del ángel, y la «llena de gracia» será desde entonces el nombre que mejor la define. Después, será saludada por Isabel como «bendita entre las mujeres» y también «dichosa tú porque has creído». Los días de peregrinación han sido un regalo grande del Señor para todos los participantes. En la Anunciación hemos contemplado sobre todo como María participa en plenitud de la gracia de Cristo. En la Visitación meditamos sobre la teología y la vivencia de la peregrinación y del servicio delicado a los demás. En la Presentación de Jesús al templo reflexionábamos sobre el sufrimiento de María a causa de la incomprensión que más adelante tendrá lugar respecto a la misión de su Hijo, un sufrimiento que culminará en la cruz. En Caná profundizamos el nuevo sentido de la maternidad de María y su solicitud por las personas en sus necesidades humanas y espirituales, la nueva misión maternal que el Señor le encomendará desde la cruz.
Invito a todos los diocesanos que durante este mes de mayo del Jubileo hagan actos especiales de culto a María, tanto los dedicados a su devoción como los propiamente jubilares, pero con un matiz mariano. Así se cumplirá lo que el Papa desea: que María “sea nuestro consuelo y apoyo mientras atravesamos la Puerta Santa”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa