Estamos ya en vísperas de la Navidad. Este año la Navidad está marcada por el éxodo de muchos inmigrantes, que llaman a las puertas de Europa huyendo de las guerras o del hambre. Celebramos que el Hijo de Dios se hace hombre y nace en Belén. El evangelio de san Lucas relata cómo la gloria de Dios se apareció a los pastores y los envolvió en su luz. Ahora bien, luz significa sobre todo conocimiento, verdad, en contraste con la oscuridad de la mentira y de la ignorancia, del egoísmo y del odio. La luz es fuente de vida y nos indica el camino a seguir. Pero además, en cuanto da calor, la luz significa también amor. Donde hay amor, surge una luz en el mundo; donde hay odio, el mundo queda inmerso en la oscuridad.
¿Cómo hemos de vivir los cristianos esta Navidad? Con actitudes de solidaridad con esas personas y con los más necesitados. Para decirlo en lenguaje clásico: una Navidad no centrada en el consumismo egoísta, sino en el ejercicio de las obras de misericordia, las siete corporales y las siete espirituales. El papa Francisco nos las recuerda, una por una, en su documento de convocación de este Jubileo de la misericordia. Recordemos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos; y también las obras de misericordia espirituales: enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.
En estos días previos a la Navidad, Cáritas se hace presente en las comunidades cristianas con su campaña de Navidad. No seamos pues sordos a sus peticiones. En la bula papal –que es la hoja de ruta del año jubilar- el papa Francisco escribe unas palabras que parecen redactadas para responder al reto que la vida de hoy presenta a los cristianos. Leámoslas y sobre todo apliquémoslas cada uno según nuestras posibilidades. Dicen así: “No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de deber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr. Mt 25, 31-45). Igualmente se nos preguntará si ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones es fuente de soledad; si fuimos capaces de vencer la ignorancia en que viven millones de personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados de la pobreza; si fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido; si perdonamos a quien nos ofendió y rechazamos cualquier forma de rencor o de violencia que conduce a la violencia; si tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente con nosotros; finalmente, si encomendamos al Señor en la oración a nuestros hermanos y hermanas. En cada uno de estos ‘más pequeños’ está presente Cristo mismo.”
Celebramos el nacimiento de Jesucristo, el Príncipe de la paz. En el evangelio se anuncia a los pastores la “gloria a Dios en lo alto del cielo” y la “paz en la tierra”. La paz es don de Dios y a la vez es obra del hombre. La paz es compromiso de todo cristiano. Os deseo una Navidad feliz, santa y un buen comienzo del nuevo año.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa