La opción benedictina (1) (24-02-19)

Escudo Episcopal de Obispo de Terrassa San Gregorio Magno nació en Roma, estudió Derecho y llegó a ser pretor de la ciudad. Poco después dejó el cargo y comenzó la vida de monje, transformando su casa en un monasterio. A la muerte del papa Gelasio II, en el año 590, fue elegido para sucederle. Es el primer papa monje. Se preocupó de la conversión de los nuevos pueblos y de la nueva organización civil de Europa. Desarrolló una actividad extraordinaria como pastor y como maestro. Pastor vigilante de su grey, maestro como predicador y escritor, humilde servidor de la Iglesia. Es consciente de que amanece un mundo nuevo con la llegada de los pueblos bárbaros, que se van asentando y creando sus reinos. Predica al pueblo en las grandes festividades unas excepcionales Homilías sobre Ezequiel y sobre los Evangelios; comenta ampliamente el Libro de Job; escribe los Diálogos, que serán una auténtica catequesis popular. Para reivindicar la memoria de los santos italianos escribe los Diálogos, en cuatro libros, dedicando el libro segundo a la figura de San Benito de Nursia. San Gregorio hará de puente entre dos mundos culturales diversos. Él, que procede de la romanidad, tendrá que educar a los bárbaros de Occidente, que son cristianizados en masa. Es el verdadero catequista de los pueblos de Europa. Interpreta la Escritura como historia de salvación, como paradigma de la salvación que se actúa en la Iglesia y en cada uno de los cristianos. Lo que históricamente acontece en la Escritura, se realiza también místicamente en el fiel. Además, la lectio divina, que es alimento de la vida espiritual, se hace efectiva tanto en la caridad como en la contemplación. Considera el camino espiritual como un «retorno al paraíso», siguiendo el modelo de la Sagrada Escritura: desde el Génesis, con la creación y la caída de los primeros padres, hasta el Apocalipsis, que significa la liberación suprema. En el camino de la ascensión espiritual influye el Espíritu Santo con sus siete dones; el camino comprende el ejercicio de las virtudes en lucha contra los vicios, es decir, la ascética, comprende también la compunción, es decir, el dolor de los pecados y el temor de Dios, y concluye en la contemplación de Dios. Este deseo de ver a Dios es como una querencia permanente en su corazón, como también la costumbre de finalizar sus homilías exhortando a despreciar el mundo presente y a poner el corazón en la vida futura. El debate en relación a la vida activa y la contemplativa, está ampliamente tratado en sus obras. La solución a la alternativa entre la acción y la contemplación, entre la oración y el apostolado, para él es clara: se trata de dos aspectos del amor, el de Dios y el de prójimo, y por eso los dos son necesarios. Él opta por un equilibrio entre ambos. Considera que en tanto que la vida activa es ejercicio de las virtudes, es el paso para la contemplación, que viene a ser una culminación del ejercicio ascético. Aunque es consciente de la importancia de las obras de caridad, él anhela la contemplación, como un descanso y sosiego después de la acción. San Gregorio se convirtió en uno de los manantiales de la espiritualidad europea. El creó la «teología monástica» que se alimentaba de la lectio divina. Enseñó que la Iglesia se sustenta en la Palabra de Dios, y que en la Iglesia los ministerios son servicios. Él mismo se proclamó, como Papa, «el siervo de los siervos». Fue un auténtico catequista del pueblo, al que enseñó que Dios continúa actuando, como en el Antiguo Testamento, en las vidas de los «santos». En su Regla pastoral explica que el carisma del servicio y la enseñanza está en todos los miembros del pueblo cristiano iluminados por el Espíritu Santo, no sólo en los pastores.  

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

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