La palabra cristiana y el Adviento

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

Este año el día de Navidad cae en domingo, y teniendo presente que el tiempo de Adviento comprende las cuatro semanas anteriores a la fiesta del Nacimiento del Señor, esto significa que el Adviento de este año será el más largo posible, es decir, durará cuatro semanas enteras. El domingo pasado celebrábamos la festividad de Jesucristo Rey del Universo, con la que cerramos un año litúrgico y también el Jubileo de la Misericordia. El mensaje jubilar que el papa Francisco ha dado en el pasado Año Santo no puede quedar archivado y olvidado; sino que la misericordia ha de impregnar todo lo que, como cristianos, seamos y hagamos.

Así lo dejó dicho el Papa en el documento con el que convocaba el Jubileo que ha terminado ahora. “Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios. A todos, creyentes y lejanos, pueda llegar el bálsamo de la misericordia como signo del Reino de Dios, que está ya presente en medio de nosotros” (MV, 5). Ha terminado el año jubilar, pero no el compromiso al que nos ha llamado.

Este compromiso se ha centrado sobre todo, y de nuevo por una expresa y reiterada invitación del Papa, en las catorce obras de misericordia, las siete corporales y las siete espirituales. La primera oración de este primer domingo del tiempo de Adviento abunda en esta misma invitación, cuando pide lo que sigue: “Concede, Señor, a tus hijos acoger con buenas obras la venida de tu Hijo Jesucristo, para que, contados entre los elegidos a su derecha, posean en herencia el Reino del cielo”.

En este tiempo litúrgico me parece especialmente significativo lo que escribió el profesor Olivier Clément, que es un teólogo seglar, que enseña en el Instituto de Teología Oriental “Saint Serge”, de París. Una conferencia suya, que se titula “La misión común de los cristianos en la ciudad de hoy”, fue recogida en un sugestivo libro del recordado cardenal Carlo Maria Martíni, “En el drama de la incredulidad con Teresa de Lisieux”.

Como puente intelectual entre Oriente y Occidente, el profesor Clément concede una gran importancia a los problemas espirituales. Según él, “una de las grandes dificultades con que tropieza hoy la palabra cristiana es la de hallarnos en un mundo ya saturado de palabras; las imágenes omnipresentes y obsesivas de los medios de comunicación social. ¿Cómo, entonces, hablar una lengua diferente? Indudablemente es en este momento cuando entran en juego, por un lado, la belleza de la liturgia y, por otro, la fuerza de la oración. El hombre espiritual, el hombre de oración, es un hombre que irradia una cierta alegría y una inmensa compasión. En la televisión, por ejemplo, donde se ven tantas personas, tantos rostros, cuando aparece alguien que lleva en sí la santidad, se ve que traspasa la pantalla”.

Este teólogo nos recuerda que el problema primero de los cristianos, hoy como ayer y también como mañana, no es otro que el de la santidad. “La única tristeza es la de no ser santos”, escribió el famoso escritor y converso francés León Bloy. ¡Cuánta razón tenía! “Esta es la cuestión, realmente ésta y antes que ninguna otra”. Por eso, Olivier Clément dice que, en el mundo secularizado actual, es necesario que la Palabra cristiana, que es Jesucristo, resuene “en comunidades acogedoras, donde a nadie se le juzga sino que se le ama, comunidades abiertas que se ponen al servicio de los más necesitados de una manera totalmente desinteresada”. ¿Es esto una utopía? No, es una realidad, aquí y en muchas partes del mundo. Con estos pensamientos os deseo un Adviento fructuoso.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa