La pastoral vocacional y sus responsables

 La Jornada Mundial de la Juventud, los actos y las palabras del Papa nos han dejado una preocupación por dinamizar la pastoral juvenil ordinaria y la pastoral vocacional.

      En la vigilia de oración con los sacerdotes, durante los actos de clausura del Año Sacerdotal, Benedicto XVI nos dirigió estas palabras tan realistas: “En el mundo de hoy casi parece excluido que madure una vocación sacerdotal; los jóvenes necesitan ambientes en los que se viva la fe, en los que se muestre la belleza de la fe, en los que se vea que éste es un modelo de vida, ‘el’ modelo de vida y, por tanto, ayudarles a encontrar movimientos, o la parroquia u otros contextos, donde realmente estén rodeados de fe, de amor a Dios, y así puedan estar abiertos a fin de que la vocación de Dios llegue y les ayude”.

      Los momentos esenciales de la pastoral vocacional se encuentran en la oración y en la celebración de la liturgia. La oración, la meditación de la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos  constituyen el espacio ideal para que cada uno pueda descubrir la verdad de su ser y la voluntad de Dios en su vida. A la vez, toda la Iglesia diocesana ha de rezar por las vocaciones. Esa es la primera y fundamental actividad de la pastoral vocacional.

      Los educadores y especialmente los sacerdotes, no deben temer el hecho de proponer la vocación al presbiterado a aquellos jóvenes en los que aprecien los dones y cualidades necesarios para ello. La figura del sacerdote es un elemento transversal de la pastoral vocacional. El interés por la vocación en los jóvenes depende, en gran medida, del testimonio de sacerdotes felices de su condición. La mejor catequesis vocacional que un sacerdote puede hacer es mostrar su propia vocación con la vida y con la palabra.

      También es necesario cuidar el ámbito familiar del joven con el fin de recuperarlo como su primer lugar de educación en la fe. El trabajo por las familias y con las familias favorece el nacimiento y la consolidación de las vocaciones al sacerdocio, al diaconado y a la vida consagrada. Desde el ámbito de la pastoral familiar es preciso potenciar una cultura de la vida, que ayude a que los matrimonios acojan generosamente el don de la vida y que valoren la vocación sacerdotal de un hijo como el mayor regalo de Dios.

      Es necesario, además, en el ámbito de la pastoral juvenil y vocacional, la gran tradición del acompañamiento espiritual individual, que ha dado siempre tantos y tan preciosos frutos en la vida de la Iglesia.

      Como resumen final, destacaría tres elementos clave de la pastoral juvenil que inciden en el problema de la falta de vocaciones. Primero, confiar en los jóvenes y plantearles un ideal de perfección; en segundo lugar, conocer y acompañar a los jóvenes, guiarlos, responder a sus inquietudes, dialogar con ellos; por último, propiciar el encuentro con Cristo, la única Persona que llenará de plenitud sus vidas. A partir de ahí serán capaces de comprometer sus vidas a través del camino que Dios les indique, ya sea el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Que, en cualquier caso, sean generosos a la llamada del Señor, como lo fue María. 

     + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa