La peregrinación de Egeria

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ Durante la II Peregrinación Diocesana a Tierra Santa, que tuvo lugar del 3 al 10 del pasado mes de abril, la guía se refirió en diferentes ocasiones a una ilustre antecesora nuestra que peregrinó el siglo IV: una mujer llamada Egeria. También el arzobispo Rino Fisichella en su libro Los signos del jubileo (ed. Sal Terrae) se refiere a ella como uno de los más famosos peregrinos a la Tierra del Señor al decir: “contamos también con testimonios escritos como el Diario de Egeria, una noble española que en el 386 hizo una peregrinación a Tierra Santa, describiendo las etapas más importantes”. Hay que empezar reconociendo el valor de esta mujer que peregrina a finales del siglo IV, en una  época y unas circunstancias no exentas de dificultades.

En 1887 el historiador italiano Gamurrini descubrió, en un manuscrito de Arezzo, la famosa Peregrinatio Aetheriae (Peregrinación de Egeria) Ciertos indicios sugieren como fecha de su composición los últimos años del siglo IV. Es el relato de una peregrinación que lleva a cabo una mujer, de familia noble, monja en un monasterio, del que acaso fuese la abadesa, que informa de su viaje sobre todo a sus hermanas en religión, a las que se dirige como venerabiles sorores (“venerables hermanas”). Consigna sus recuerdos para satisfacer un deseo de ellas. El escrito ha sido traducido a numerosos idiomas, entre ellos el catalán, castellano, francés, alemán, ruso, inglés y griego.

Es un documento muy importante por todo lo que describe de cada uno de los lugares que visita. Por otra parte, ofrece mucha información sobre el monaquismo oriental de aquella época. El relato está incompleto. La parte conservada nos muestra a la viajera que, desde Jerusalén va al monte Sinaí y desde aquí vuelve a Jerusalén, que es el centro de su peregrinación, y desde el cual visita otros lugares y países limítrofes como Mesopotamia. Al final, antes de regresar a su Galicia natal, se dirige a Constantinopla, donde redacta la narración de su viaje.

Se considera que era persona culta, con conocimientos de griego, literatura y geografía; era bienestante, pues a menudo es guiada por las autoridades civiles –que ponen a su disposición soldados que la protejan-, por las autoridades religiosas y por los monjes, que le muestran los lugares santos, de acuerdo con las Escrituras. Realmente se anticipa en muchos siglos al espíritu viajero y explorador de los descubridores medievales y renacentistas. Era observadora y detallista y captaba los detalles concretos que para otros podían pasar desapercibidos. De esta manera, su peregrinación resultará una experiencia enriquecedora para ella y para los demás.

Este documento nos interesa por sus detalles geográficos, lingüísticos –del latín tardío- y litúrgicos, pues describe con detalle –como una muy buena periodista- los lugares y las ceremonias sagradas, sobre todo las que se realizan en Jerusalén, en recuerdo de los hechos vividos allí por nuestro Señor Jesucristo. Además del indudable interés cultural de esta famosa – y a veces enigmática- viajera, me interesa destacar sobre todo que su curiosidad tiene un interés profundamente religioso: seguir las huellas de Jesús en los lugares donde discurrió su vida en esta tierra. En este sentido, el testimonio de la virgen Egeria es un modelo para todos aquellos que, con motivo de un Año Santo o en cualquier momento, visitan Tierra Santa.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa