Este domingo 24 de septiembre celebramos la fiesta de la Virgen de la Merced, es decir, de la misericordia y el compromiso redentor al servicio de quienes no tienen libertad para vivir según la voluntad de Dios. La advocación de la Merced nos muestra un elemento importante en el misterio de la Virgen María, Madre de Dios: su acción liberadora de cautivos. Ha sido ella, la Madre de Jesús, la que inspiró a san Pedro Nolasco la necesidad de fundar una orden para la liberación de los cautivos. Para entender, pues, el espíritu mercedario nos es preciso poner nuestra mirada en María y en el Evangelio y descubrir y profundizar en la función liberadora de la Virgen María. Ello significa acoger el Evangelio como Buena Noticia.
El Evangelio es sobretodo Buena Noticia, el anuncio de la libertad; es el anuncio del Reino, de la palabra y vida de Jesús, de su acción salvadora y liberadora desde el amor de Dios. María, comprometida desde su sí en el plan de Dios y en la obra de la redención, es la madre de la familia de los hijos de Dios, es la madre que nos lleva a los lugares de las dificultades humanas para que nos demos cuenta de la necesidad que pasan sus hijos, hermanos nuestros. Para que seamos conscientes de que Dios quiere liberar a su pueblo de todas las esclavitudes, para que todos los hijos de Dios sean conscientes de que están llamados a vivir la libertad que viene del Espíritu.
María es la madre que quiere liberar a sus hijos de todas las cautividades; es la madre que nos estimula para que nuestra vida sea conversión y compromiso en la misión de romper las cadenas del pecado y del mal, sea cual sea su aspecto. Habremos de ser, pues, generosos y comprometidos para trabajar y luchar en favor de nuestros hermanos cuando la Madre nos indique que se encuentran faltos de fe, de paz, de justicia, de sentido… La parábola del juicio final (cf. Mt 25, 31-46) nos recuerda que seremos juzgados según nuestra actitud para con Jesucristo, pero esta actitud se realiza sirviendo a los hermanos en su necesidad: los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los enfermos, los cautivos.
Con el canto del Magníficat en el evangelio de san Lucas, María exulta de gozo y nos invita a acompañarla porque el Reino ya ha empezado. El Magníficat es el canto en que María, culminando en Jesucristo, las expectativas del pueblo escogido ofrece un cántico de libertad. Es la oración de María, la respuesta de quien se entrega en manos de Dios, colaborando en la obra de la redención La sierva de Yahvé que pone cuanto tiene en manos del Señor y que de esta manera lleva a término un servicio redentor para los demás. Ella se sabe agraciada, transformada por la acción de Dios, y canta, responde al gozo que ha recibido, ofrece a los demás el gozo de su gracia.
Quisiera terminar esta escrito subrayando la actualidad del carisma mercedario. María, Virgen de la Merced, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad, el modelo para que la Iglesia viva el sentido de su misión. En ella contemplamos la victoria del amor de Dios y de su acción liberadora, que ningún obstáculo puede parar, y descubrimos la libertad que Dios quiere para sus hijos. Dejémonos liberar, pues, de nuestras propias cadenas y que nuestra vida sea también, de la mano de María, un Magníficat de alabanza a Dios y una participación activa en la tarea liberadora de servidumbres y de cautividades de nuestros contemporáneos, detectando los problemas de la fe en el mundo presente y abriendo caminos de liberación en tantas periferias geográficas y existenciales como nos pide el papa Francisco.
+Josep Àngel Saiz Meneses Bisbe de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa