A lo largo de los meses de mayo y junio, miles de niños y niñas de nuestra Diócesis celebrarán su Primera Comunión, uno de los acontecimientos más importantes de su vida. Han tenido dos años de preparación a través de la catequesis. En el tramo final de su preparación se les insiste por activa y por pasiva que el centro de este día es la Eucaristía y que el único regalo importante y necesario es recibir a Jesús, que lo de menos son los regalos, las fotos, el vestido o el banquete. Tanto los niños como sus padres parecen asentir a los razonamientos que con buena voluntad año tras año repiten sacerdotes y catequistas. Pero por desgracia nos encontramos con un adversario poderoso, el consumismo.
Según los informes de la Confederación Española de Consumidores y Usuarios (CECU), en estos últimos años, el coste medio que se genera en torno a la celebración de una “primera comunión” pasaba de los 3000 euros, y más o menos se mantendrá en este año. Un gasto que se reparte entre el traje, los preparativos, los regalos, y sobre todo el banquete. Este tipo de organismos recomiendan una merienda o comida familiar, a ser posible en casa, con un número de invitados reducido, ya que la esta celebración no ha de convertirse en una boda. Curiosamente esta recomendación es la misma que suelen hacer todos los párrocos y catequistas.
Ciertamente la presión social es muy fuerte, y la tentación consumista induce a pensar que si no ofrecemos a los hijos toda esa parafernalia artificial que envuelve la celebración, quizá esos hijos se sentirán menos queridos, o serán menos felices que sus amigos, o se sentirán excluidos cuando sus compañeros les enseñen la cantidad de regalos que han recibido, o se acomplejarán si no pueden explicar la categoría del restaurante donde se celebró el convite. A veces influye poderosamente en los padres la idea de que “no le falte a mi niño el traje o el banquete que yo no tuve”.
Es preciso que las familias y las parroquias trabajen en estrecha colaboración para superar la presión social y la tentación consumista. La parroquia es una comunidad de fieles que se reúne en torno a la Palabra de Dios y la Eucaristía, que enseña la doctrina cristiana y que transmite la fe. En la parroquia se trabaja con esmero para que los niños profundicen en su fe y se preparen adecuadamente para el gran día en que reciben a Jesús sacramentado por primera vez y para que comience una nueva relación con Jesucristo y la Iglesia, que ha de mantenerse y crecer participando en la Eucaristía de cada domingo.
Los padres no son ajenos al proceso catequético de sus hijos. En mis años de pastoral parroquial les insistía en que la preparación a la primera comunión afectaba a toda la familia, no sólo a los niños, y toda la familia tenía que participar en la catequesis. Su misión principal consiste en educar a sus hijos, y es responsabilidad suya crear un clima familiar en que se viva el amor, la donación, el desarrollo personal, la apertura a los demás y a Dios, la convivencia, la solidaridad. Ellos son los primeros catequistas. Gracias a Dios cada vez hay más padres que se implican a fondo y preparan con sus hijos esta celebración y les acompañan en lo sucesivo a participar en la Eucaristía dominical.
Quiero terminar con una palabra de ánimo para todos los catequistas, que llevan a cabo una labor tan importante para la Iglesia y para la sociedad. Una palabra de ánimo también a los padres y madres, a las familias que vais a celebrar la primera comunión de alguno de vuestros hijos. Que ayudemos a los pequeños a tener ese gran encuentro con Jesucristo en la Eucaristía con recogimiento y piedad, con amor y alegría de tal manera que sea para ellos un día inolvidable.
Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
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