Los mensajeros de la Buena Nueva

 El profeta Isaías era, además de profeta del Dios Altísimo, un magnífico poeta. El recordado estudioso de la Biblia padre Luis Alonso Schökel, que fue profesor en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, hizo precisamente su tesis doctoral sobre la poesía en los escritos de Isaías. Uno de los textos en que emerge esta expresividad poética es el llamado Libro de la Consolación, que es un “Evangelio”, es decir, un anuncio de una buena noticia.

      El gran profeta lo describe con una imagen llena de fuerza, a la que sin duda podemos ser sensibles los hijos de la llamada “civilización de la imagen”. Imagina los pies ágiles del mensajero que trae a su país una buena noticia, y que los vigías que lo divisan anuncian ya la alegría que trae el mensajero.

      Oigámoslo en la belleza de la poesía del gran profeta: “Qué hermosos son sobre los montes/ los pies del mensajero/ que anuncia la paz,/ que trae buenas nuevas/ que anuncia la salvación,/ que dice a Sión:/ ¡Ya reina tu Dios!”

Y la reacción de los vigías que ya oyen la voz del mensajero: “¡Una voz! Tus vigías alzan la voz,/ a una dan gritos de júbilo,/ porque con sus propios ojos ven/ el retorno del Señor a Sión./ Prorrumpid a una en gritos de júbilo, soledades de Jerusalén/ porque ha consolado Dios a su pueblo”. (Is 52, 7-9).

      He recordado este pasaje de Isaías al reflexionar sobre la fiesta de Pentecostés que hoy celebramos. El Espíritu Santo es el fruto de la Pascua granada, de la Pascua sazonada. Es el gran don de Jesucristo a sus discípulos de todos los tiempos. Él es el verdadero Consolador; él el alma de la Iglesia; él es quien la lleva al pleno conocimiento del don del Padre y de Cristo al mundo.

      Se celebra hoy el día de la Acción Católica y del apostolado seglar. ¡Cómo necesitamos revivir el gozo de la fe! No podemos ceder a la tentación del desaliento, del desánimo o del complejo de inferioridad. No por nuestra capacidad o por nuestras fuerzas, sino por el don del Espíritu a su Iglesia. 

      Sólo el Espíritu Santo puede convertirnos en mensajeros ilusionados y gozosos de la Buena Noticia del Evangelio, al estilo de San Pablo. Este Año Paulino propuesto por el Papa y que ya está en su recta final es una buena ocasión para pedir a Dios mensajeros del Evangelio llenos de la confianza y de la consolación del Espíritu Santo, tanto si son obispos, sacerdotes y diáconos, como si son religiosos y religiosas, como si son fieles laicos, hombres y mujeres. Todos tenemos en común lo fundamental: nuestra voluntad de ser discípulos de Cristo, confiados en la ayuda de su Santo Espíritu. Y todos estamos llamados, según la propia vocación, a ser sus testigos en medio del mundo de hoy.

     El lema escogido en nuestro país para esta jornada del apostolado seglar alude precisamente a San Pablo: “¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la Buena Nueva!” (Rm 10, 14-15), texto en el que Pablo cita precisamente el fragmento de Isaías que he comentado antes.

     Deseo terminar con una breve oración tradicional de la liturgia cristiana: “Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Así sea”.

     + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa