Madre de consuelo y de esperanza.

Hoy celebramos la fiesta de Sant Jordi y el próximo jueves  la  de Nuestra Señora de Montserrat. La coincidencia de ambas fiestas en una misma semana me parece que es una invitación a reflexionar sobre estos dos patronos de nuestra tierra.
    Sant Jordi tiene un culto muy antiguo. Los hechos de su leyenda son muy bellos y poéticos y se ha dicho, con razón, que son un reflejo del espíritu caballeresco de la Edad Media. Me refiero a la narración de Sant Jordi que vence al dragón y salva a la doncella amenazada. En esta bella leyenda y en el espíritu que en ella se refleja hay mucho de cristiano. El dragón es la personificación del mal, contra el que hemos de luchar, en nosotros mismos y en el mundo. Sant Jordi lucha y vence, con gran esfuerzo y sacrificio por su parte. Esfuerzo y sacrificio a los que no podemos -no debemos- renunciar ni por miedo ni por comodidad. Y todos, en la medida de nuestras posibilidades, hemos de ser servidores y colaboradores fieles en orden al bien, aunque a veces no esté de moda.
    Sin embargo, es justo preguntarse cuál es el núcleo histórico sobre Sant Jordi. Disponemos de algunos datos históricos sobre los que fundar el culto y la extendida devoción de este santo tanto en Oriente como en Occidente, donde es patrono de diversos países. Este núcleo es la existencia de un mártir, y la existencia de un templo a él dedicado y en el que se centró su culto. Y esto ciertamente lo sabemos, de Sant Jordi. Sabemos que fue un valiente testigo de la fe en Cristo y que dio la vida como suprema prueba de su fe y su amor a Cristo. Y por esto, a los cristianos, Sant Jordi nos recuerda que hemos de ser valerosos testigos de nuestra fe cristiana. Con discreción. Con obras, antes que con palabras, pero también con la palabra valiente, cuando llega la ocasión.
    La otra patrona nuestra es la Virgen de Montserrat. Este año se conmemora el 125 aniversario de su declaración como patrona de Cataluña, una decisión tomada en el año 1881 por el Papa León XIII, a instancias del abad de Montserrat Miquel Muntadas y de todos los obispos de Cataluña. El que fue obispo de Barcelona durante aquellos años, el obispo Josep M. Urquinaona, se hizo un decidido portavoz de ese deseo de los cristianos de Cataluña y tuvo el gozo de ver cómo el Papa concedía la gracia solicitada.
    El Papa actual, Benedicto XVI, atendiendo a la gran veneración que el pueblo cristiano de esta tierra tiene a la Virgen de Montserrat, ha concedido al santuario de Montserrat un año jubilar que comenzó el pasado 3 de febrero -aniversario de la dedicación del santuario- y que se prolongará hasta el 31 de diciembre de este año. La comunidad benedictina que tiene a su cuidado pastoral el santuario desde tiempo casi inmemorial ha preparado un lema para este jubileo que es el que encabeza estas líneas: "Madre de consuelo y de esperanza".
    Esforcémonos en cumplir el deseo del Papa en el documento en que otorga el jubileo: que los fieles que veneran en la santa montaña a la Virgen Madre de Dios se renueven espiritualmente y conformen más intensamente las propias vidas al camino del Evangelio. Deseo que este jubileo quede inscrito como una página viva y bella en los primeros capítulos de la historia de nuestra joven diócesis de Terrassa, que desde la mayor parte de su geografía mira cada día hacia la montaña de Montserrat, pensando en aquella que es para todos los peregrinos que se acercan a su santuario "Madre de consuelo y de esperanza". De ambas cosas estamos todos muy necesitados hoy.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa