Maria, estrella de la evangelización

Mañana es la fiesta de la Virgen del Carmen. Es una fiesta de la Virgen María muy popular entre nosotros por diversas causas: por la devoción popular vinculada a esta advocación, difundida a lo largo de la historia por la Orden Carmelitana, por ser el nombre que llevan muchas mujeres de nuestra tierra y también por ser la patrona de los hombres y mujeres vinculados al mar, tanto en tareas de la Armada como de la marina mercante y de la pesca. Por todo ello, la Virgen del Carmen es invocada como la Estrella del Mar. Y los centros cristianos abiertos para servir sin discriminación alguna a todos los trabajadores del mar llevan este bello nombre: Stella Maris, Estrella del Mar.

   

            En la tradición carmelitana este título tiene su origen en un hecho que nos es narrado en la Biblia, en el Libro primero de los Reyes, capítulo 18. Israel vive una gran sequía como castigo de Dios por sus infidelidades al Dios de la Alianza. Elías, gran defensor de la fe monoteísta de Israel, del culto al Dios verdadero frente al culto pagano a los Baales, anuncia la esperanza, anuncia el fin de la sequía. Lo describe así bellamente el Libro sagrado: "Elías subía a la cima del Carmelo y se encorvó hacia la tierra poniendo su rostro entre las rodillas. Dijo a su criado: 'Sube y mira hacia el mar'. Subió, miró y dijo: 'No hay nada'. Él dijo: 'Vuelve'. Y esto siete veces. A la séptima vez, dijo: 'Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar' [...] Y poco a poco se fue oscureciendo el cielo por las nubes y el viento y se produjo gran lluvia" (1Re, 18, 41-46).

   

            La tradición ha leído esta nubecilla como una imagen de María, la humilde muchacha de Nazaret que nos trajo la gracia de la salvación por ser la madre de Jesucristo, el Redentor del mundo. Mis lectores me van a permitir una aplicación de esta poética tradición carmelitana a nuestro mundo. También hoy vivimos tiempos de sequía espiritual en el ambiente. Cierto es que hay minorías muy conscientes religiosamente y muy activas y fieles. También es cierto que no todo el mundo vive el mismo clima espiritual que el de nuestra Europa. Pero no hay duda de que, entre nosotros, hay una fuerte sequía espiritual, una crisis de creencia y de fe.

   

            En este contexto hay un nuevo título de la Virgen María que a mí me resulta especialmente sugestivo: "Sea María la Estrella de la Evangelización siempre renovada". Así la han invocado los últimos Papas, en especial Pablo VI y Juan Pablo II. Hoy es una exigencia sentida y proclamada la necesidad de una nueva o segunda evangelización, pero se insiste poco en que hay que hacerla desde una humilde petición de la luz y la gracia de Dios por los cristianos, desde el testimonio de santidad, desde la ejemplaridad de vida que se alimenta de una fe confesante, vivida en obras y palabras, expresada y proclamada más con obras que con palabras, pero sin excluir el testimonio explícito cuando éste sea posible y oportuno.

   

            Creo que, en esta tarea de la llamada nueva evangelización, hemos de confiar sobre todo en Santa Maria, la Madre de Dios. Ahora, como en el pasado, es la hora de María, de su presencia en el mundo, en la Iglesia, en los testigos del Evangelio. Ella vivió y anunció el Evangelio, porque ella fue la criatura humana que estuvo más cerca de Jesucristo.

   

            Si se me permite un recuerdo personal, diré que llevo en mi alma el recuerdo de una plegaria de acción de gracias que recé en la catedral de Barcelona, el 15 de diciembre de 2001, al final de la ceremonia de mi ordenación episcopal. Entre otras referencias, me salió del corazón decir lo que sigue: "Acción de gracias a María, la humilde servidora, la Madre del Salvador, la Madre de la Iglesia, signo de esperanza cierta, consuelo para el pueblo peregrino. A María, estrella de la nueva evangelización, con mi afecto filial, ¡gracias Madre!"

       

+ Josep Àngel Saiz Meneses

   

Obispo de Terrassa

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa