El tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Mañana celebra la Iglesia la fiesta de la Inmaculada Concepción. Santa María es signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo. Permitidme que lo glose en estas líneas por medio de un gran testigo que vivió en el continente asiático, el cardenal Francisco Javier Nguyen Van Thuan, arzobispo de Saigón y en sus últimos años también cardenal de la Curia romana.
El 15 de agosto de 1975, siendo Arzobispo de Saigón, bajo el régimen comunista de Vietnam, fue hecho prisionero a causa de su fe y permaneció trece años en la cárcel, de los cuales nueve fueron de aislamiento total. Murió el 16 de septiembre del año 2002. Durante mucho tiempo celebró clandestinamente la eucaristía, con unas pocas gotas de vino y el pan sostenidos en su mano, celebración efectuada en la cárcel, de la que nos dejó un testimonio emocionante que recuerda las actas martiriales de los primeros siglos.
En el año 2000, el papa san Juan Pablo II le pidió que predicara los ejercicios espirituales a los miembros de la Curia romana, y las meditaciones están recogidas en un libro titulado Testigos de esperanza. En el transcurso de aquellos días de reflexión, les contó un sueño, del cual transcribo algunos fragmentos relativos a la Virgen Maria y a la Iglesia:
“Sueño con una Iglesia que es Puerta Santa, abierta, que acoge a todos, llena de compasión y de comprensión por las penas y los sufrimientos de la humanidad, dedicada a consolarla”.
“Sueño con una Iglesia que es Palabra, que muestra el libro del Evangelio a los cuatro puntos cardinales de la tierra, en un gesto de anuncio, de sumisión a la Palabra de Dios, como promesa de la Alianza eterna”.
“Sueño con una Iglesia que es pan, Eucaristía, que se deja comer por todos para que el mundo tenga vida en abundancia”.
Seguía el sueño del prelado vietnamita con referencia a una Iglesia apasionada por la unidad y a una Iglesia “que está en camino, pueblo de Dios que, tras el Papa, que lleva la cruz, entra en el templo de Dios y, orando y cantando, va al encuentro de Cristo Resucitado, esperanza única, al encuentro de María y de los santos”.
Y añadía: “Sueño con una Iglesia que lleva en su corazón el fuego del Espíritu Santo, y donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo y especialmente con los jóvenes y con los marginados; hay discernimiento de los signos de nuestro tiempo…”
Terminaba la narración con una delicada invocación a la Madre de Dios, diciendo: “María Santísima, vida, dulzura y esperanza nuestra, ¡ruega por nosotros!”
Creo que este ha de ser también nuestro sueño y que hemos de trabajar para convertirlo en realidad. Que Santa María, Estrella luminosa, Estrella de la Esperanza, mantenga el ritmo de nuestra espera y sea luz en nuestro camino, guía en nuestras oscuridades y desalientos, estrella que oriente nuestro peregrinar de fe, esperanza y amor, hasta que lleguemos al gozo eterno.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa