María y el sufrimiento de muchas madres.

Este domingo nos señala nuestra entrada en el mes de mayo. Entre nosotros este mes está marcado, en lo religioso, por dos hechos relevantes: es el mes mariano por excelencia y es también el mes de las primeras comuniones, las semanas en que, cada año, son muchos los niños y las niñas que se acercan por vez primera a recibir la Eucaristía. Este primer domingo de mayo es también, a nivel popular, una fecha dedicada especialmente a las madres, el Día de la Madre.
Uno de los apartados temáticos de la exhortación apostólica de Benedicto XVI El sacramento de la caridad se titula precisamente "Eucaristía y la Virgen María". "En María Santísima -dice el Papa- vemos perfectamente realizado el modo sacramental con que Dios, en su iniciativa salvadora, se acerca e implica a la criatura humana. María de Nazaret, desde la Anunciación a Pentecostés, aparece como la persona cuya libertad está totalmente disponible a la voluntad de Dios [...] María es la gran creyente que, llena de confianza, se pone en las manos de Dios abandonándose a su voluntad" (n. 33).
Las palabras de Isabel “feliz la que ha creído” no se aplican sólo al momento de la Anunciación. La Anunciación representa el momento culminante de la fe de María a la espera de Cristo, pero es a la vez el punto de partida desde el que inicia una nueva etapa. Siempre a través de este camino de la obediencia de la fe, María oirá más tarde las palabras del anciano Simeón, que por un lado confirman su fe en el cumplimiento de las promesas de salvación pero le revelan también que deberá vivir su obediencia de fe desde el sufrimiento, al lado del Salvador. A los pies de la cruz, María participa por medio de la fe en el desconcertante misterio de la muerte de su Hijo. Se han cumplido las palabras que escuchó muchos años antes al anciano Simeón, a la vez que ella ha sido constituida Madre de todos los creyentes. Pero sobre todo María experimentará la felicidad de la fe en el encuentro con Cristo resucitado y en su labor de madre y maestra en aquella Iglesia naciente que recibe el don del Espíritu Santo en Pentecostés.
 Ante el mes de mayo, invito a todos los fieles diocesanos a poner en su vida diaria algún acto de devoción, personal o comunitario, en casa o en la iglesia, en honor de Santa Maria. A ella le encomiendo a los niños y niñas que en nuestra diócesis van a recibir por vez primera la eucaristía. Y, en el Día de la Madre, siguiendo un deseo de mi corazón, le encomiendo de una manera muy especial a todas las madres. Sé que muchas de ellas sufren hoy muy intensamente a causa de sus hijos. Se trata de dolores morales, que veces llegan incluso a las agresiones físicas, como en el caso de esposos o hijos que son víctimas de las drogodependencias. Se dirá que son casos no generalizables, y gracias a Dios debe ser cierto. Pero no podemos cerrar los ojos ante esas realidades que existen entre nosotros, y hemos de trabajar todos en cuanto podamos para ayudar a esas personas, que a veces viven situaciones que se sitúan al límite de lo que una persona puede humanamente soportar.
A todas las madres de nuestra comunidad diocesana, os pido que seáis espiritualmente fuertes y os hagáis respetar en vuestra dignidad como personas, como cristianas y como madres de familia. Que la Virgen María, que caminó en esta vida en la oscuridad de la fe y estuvo unida a su Hijo hasta la cruz, os consuele y os dé la certeza de que, si unís vuestras vidas al sacrificio de Cristo, haciendo vuestro el espíritu de María, vuestro amor y vuestro sacrificio nunca serán inútiles.

+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa