Meditación de año nuevo

El comienzo de un nuevo año invita a hacer una reflexión sobre esta realidad desde el punto de vista religioso. Y creo que es oportuno comenzar el año poniendo nuestros ojos en Santa Maria, la madre del Señor. Hoy, justo a los ocho días de la Navidad, por haber coincidido esta solemnidad en domingo, comenzamos el año civil en domingo y con esta fiesta, que teológicamente – y también en la piedad del pueblo cristiano- está tan unida a la Navidad. Lo expresa san Pablo en la carta a los Gálatas, en el fragmento que se lee hoy en la Santa Misa: “Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Ga 4,4).

Así lo expresa de una forma explícita la oración de la misa de hoy: “Dios y Señor nuestro, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida”. En efecto, por María Cristo ha entrado en la historia, Dios se nos ha hecho cercano. Por esto, en esta fiesta mariana del ciclo de Navidad la honramos como Madre de Dios, su título por excelencia, en el que tienen su fundamento todos los demás títulos de Santa María.

Como enseña el Concilio Vaticano II, “desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de ‘Madre de Dios’, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades”. Y añade la Constitución sobre la Iglesia este recuerdo de la historia de la Iglesia: “Desde entonces, sobretodo desde el Concilio de Éfeso, el culto del Pueblo de Dios hacia María ha crecido admirablemente, en veneración y amor, en oración e imitación” (LG 66).

Pongamos, pues, este nuevo año civil bajo la protección de la Madre de Jesús, un año que se anuncia no exento de dificultades y que nos va a pedir a todos sacrificios y especiales responsabilidades. Que ella, que nos trajo a Jesucristo, nos traiga también las bendiciones de Dios en esta hora, según la bella fórmula de la bendición a los israelitas que leemos como primera lectura de la Eucaristía de esta fiesta: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

La paz está también bien presente en la fiesta de hoy. En una fecha muy significativa es bueno y justo pedir el don de la paz para todos. Así lo sintió el Papa Pablo VI al instituir la Jornada Mundial de la Paz en la jornada del año nuevo. Se celebra este año por cuadragésima quinta vez con este lema: “Educar a los jóvenes para la justicia y para la paz”.

Este lema tiene, especialmente para nosotros, un eco claro de un hecho reciente: la celebración, primero en las diócesis y después en los actos centrales de Madrid, de la Jornada Mundial de la Juventud. El desarrollo de esta Jornada ha sido un motivo de esperanza para toda la Iglesia y desearía que lo fuese también para toda nuestra sociedad.

Pero esta esperanza está condicionada a una responsabilidad que tenemos todos, sobre todo los adultos, y de manera especial cuantos trabajan en el campo de la educación. Nos jugamos mucho en la tarea de dar a los jóvenes razones para trabajar a favor de la justicia y de la paz. Pongamos en manos de la Santísima Virgen la paz de nuestra sociedad en esta hora difícil, y también la paz para el futuro que estará sobre todo en manos de los jóvenes actuales.

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa