El pasado día 5 de abril, los principales periódicos nos informaron con titulares destacados de que “La Iglesia pierde a los jóvenes”, o del “Alejamiento de la Iglesia y de la religión. La gran mayoría de los jóvenes hoy día ya no se consideran católicos”. Estos titulares se referían al estudio titulado "Jóvenes Españoles 2005", que analiza en profundidad los diferentes aspectos que configuran el perfil de los jóvenes españoles de hoy y que la Fundación Santa María presentó en Madrid.
Según este estudio, un 10% de los jóvenes españoles se declaran católicos practicantes, un 39% se declaran católicos no muy practicantes, un 18%, indiferentes; un 28 % agnósticos o ateos y un 2% creyentes de otras religiones. En otra tabla se ofrecía la cifra de un 55% de creyentes. Que más del 49% de los jóvenes se declaren católicos no me parece una cifra despreciable, dado el clima en que vivimos, caracterizado por un proceso creciente de secularización, por diversos cambios sociales y políticos en una orientación marcadamente laicista y por la presentación negativa que se hace de la Iglesia católica y de su doctrina y sus tomas de posición que se hace en muchos medios de comunicación social.
¿Qué hemos de pensar ante estas cifras? Mi valoración personal no es catastrofista en modo alguno. Desde el realismo pero también desde la esperanza, hemos de analizar este estudio sociológico que nos dice lo que hay, “lo que es”, por lo menos de forma aproximada. Pero no nos dice que “lo que debe ser”, lo que puede llegar a ser en este campo de la acción pastoral de la Iglesia.
No se trata de esconder la realidad, sino de procurar trabajar con seriedad y profundidad de cara al futuro. Por mi manera de ser y en especial por la tarea que mis hermanos obispos me han confiado de coordinar e impulsar la acción de la Iglesia entre los jóvenes, procuro siempre mirar con simpatía y con esperanza a los jóvenes. A todos los jóvenes, porque en todos encuentro valores y un potencial enorme para desarrollar.
Siempre recuerdo a los adultos que no hemos de quejarnos de los niños ni de los jóvenes, que les hemos de ayudar a crecer y a desarrollar todas las posibilidades que llevan dentro. Quejarse de los jóvenes no es ninguna originalidad. He leído que en una tabla encontrada en Ur, Caldea, 2000 años antes de Cristo, se lee lo siguiente: “Nuestra sociedad está perdida si permite que continúen las acciones inauditas de las jóvenes generaciones”. Ya vemos que aquello de que “con esta juventud no se donde vamos a parar” es una queja más antigua de lo que pensábamos.
Yo prefiero preguntarme: ¿qué diría hoy Jesús a los jóvenes? Los evangelios narran encuentros diversos de Jesús con personas muy diferentes. Que yo recuerde, sólo en una ocasión se hace alusión a la juventud del interlocutor del Maestro. “En esto se le acercó uno y le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?”. El le dijo: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” “¿Cuáles?” –le dice él-. Y Jesús dijo:” No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo” Dícele el joven: “Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?”. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mt 19, 16-22).
Partiendo de este diálogo, me gustaría proponer en las próximas cartas algunas reflexiones a los jóvenes actuales, que podríamos situar en tres grupos: no creyentes, indiferentes o alejados y creyentes practicantes.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
Según este estudio, un 10% de los jóvenes españoles se declaran católicos practicantes, un 39% se declaran católicos no muy practicantes, un 18%, indiferentes; un 28 % agnósticos o ateos y un 2% creyentes de otras religiones. En otra tabla se ofrecía la cifra de un 55% de creyentes. Que más del 49% de los jóvenes se declaren católicos no me parece una cifra despreciable, dado el clima en que vivimos, caracterizado por un proceso creciente de secularización, por diversos cambios sociales y políticos en una orientación marcadamente laicista y por la presentación negativa que se hace de la Iglesia católica y de su doctrina y sus tomas de posición que se hace en muchos medios de comunicación social.
¿Qué hemos de pensar ante estas cifras? Mi valoración personal no es catastrofista en modo alguno. Desde el realismo pero también desde la esperanza, hemos de analizar este estudio sociológico que nos dice lo que hay, “lo que es”, por lo menos de forma aproximada. Pero no nos dice que “lo que debe ser”, lo que puede llegar a ser en este campo de la acción pastoral de la Iglesia.
No se trata de esconder la realidad, sino de procurar trabajar con seriedad y profundidad de cara al futuro. Por mi manera de ser y en especial por la tarea que mis hermanos obispos me han confiado de coordinar e impulsar la acción de la Iglesia entre los jóvenes, procuro siempre mirar con simpatía y con esperanza a los jóvenes. A todos los jóvenes, porque en todos encuentro valores y un potencial enorme para desarrollar.
Siempre recuerdo a los adultos que no hemos de quejarnos de los niños ni de los jóvenes, que les hemos de ayudar a crecer y a desarrollar todas las posibilidades que llevan dentro. Quejarse de los jóvenes no es ninguna originalidad. He leído que en una tabla encontrada en Ur, Caldea, 2000 años antes de Cristo, se lee lo siguiente: “Nuestra sociedad está perdida si permite que continúen las acciones inauditas de las jóvenes generaciones”. Ya vemos que aquello de que “con esta juventud no se donde vamos a parar” es una queja más antigua de lo que pensábamos.
Yo prefiero preguntarme: ¿qué diría hoy Jesús a los jóvenes? Los evangelios narran encuentros diversos de Jesús con personas muy diferentes. Que yo recuerde, sólo en una ocasión se hace alusión a la juventud del interlocutor del Maestro. “En esto se le acercó uno y le dijo: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?”. El le dijo: “¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” “¿Cuáles?” –le dice él-. Y Jesús dijo:” No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo” Dícele el joven: “Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?”. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme”. Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (Mt 19, 16-22).
Partiendo de este diálogo, me gustaría proponer en las próximas cartas algunas reflexiones a los jóvenes actuales, que podríamos situar en tres grupos: no creyentes, indiferentes o alejados y creyentes practicantes.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa