Este fin de semana, en Catalunya, está profundamente impregnado de la espiritualidad de la fiesta de la Virgen de Montserrat. Todas las diócesis catalanas tienen en el Santuario de Montserrat su hogar espiritual ya que, a instancias de Mons. Josep M. Urquinaona, andaluz de nacimiento y que fue obispo de Barcelona, la “Moreneta” fue declarada patrona de las diócesis catalanas.
En su lecho de muerte, el buen obispo Urquinaona, que unía una tierna devoción a Santa María con un profundo sentido de compromiso social hacia los obreros y los pobres, decía que esperaba que la Virgen le abriera las puertas del cielo porque él había trabajado para que fuese declarada patrona de Cataluña en el año 1881, bajo el pontificado de León XIII.
En este Año de la Fe, creo que tenemos el deber de encomendar a nuestra patrona la fe de nuestro pueblo. Es un hecho que desde todas las diócesis catalanas se mira hacia Montserrat, como un hogar espiritual. ¡Cuántos enfermos –en el curso de las visitas pastorales- me dicen que la visión de nuestra santa montaña les es un consuelo en su dolor!
Este profundo vínculo entre nuestra patrona y la fe la veo muy bien expresada en la famosa Visita Espiritual, escrita por el que fue obispo de Vic y patriarca espiritual de Catalunya, Josep Torras i Bages. La fe, como fuente de las virtudes cívicas, está en el centro de esta plegaria, más que centenaria y que ocupa un lugar privilegiado en la piedad de los católicos de nuestra tierra.
La Virgen de Montserrat es calificada con una alta teología como trono purísimo donde descansó la eterna Sabiduría –es decir, Jesucristo- cuando vino al mundo para enseñar el camino de salvación; el obispo le pide que consiga “para vuestros catalanes aquella fe que mueve las montañas, llena los valles y allana el camino de la vida”.
El famoso obispo de Vic le formula a Nuestra Señora una petición de cuya actualidad no cabe dudar: a ella, que nos trajo el bálsamo de incorrupción, Jesucristo, Hijo de Dios, le pide nada menos que “la honestidad de las costumbres públicas”. Le pide también que sea desterrado del pueblo catalán “el espíritu de maledicencia y de blasfemia”; asimismo que “quite de Catalunya el espíritu de discordia y una a todos sus hijos con un corazón de hermanos”. He aquí otra petición del sabio obispo, pensando en su comunidad humana: “Haced, Señora de Montserrat, que nunca se deshaga este pueblo catalán que espiritualmente engendrasteis”.
Desde el que califica como “castillo de Nuestra Señora”, Torras i Bages termina su oración pidiendo a la Virgen que “defienda de enemigos espirituales y temporales toda la tierra catalana que tiene encomendada”. Y finalmente, dado que la santa montaña está rodeada de olivos, signo de paz, pide a Ella “para todos los pueblos de Catalunya una paz cristiana y perpetua”.
Creo que al obispo vicense le hubieran gustado dos de los títulos que los últimos Pontífices han dado a la Virgen María: el título de “Madre de la Iglesia” (Pablo VI) y “Estrella de la nueva evangelización” (Beato Juan Pablo II). La famosa Visita Espiritual y esos títulos son tesoros de la piedad mariana de nuestro pueblo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa