No es hora de lamentarnos, sino de actuar.

En este domingo dentro de la octava de Navidad, que es la fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia celebra la Jornada por la Familia y la Vida. El tema de la familia es vinculante para la Iglesia. Nos lo dijo muy claramente Benedicto XVI en su visita a Valencia el pasado mes de julio para presidir los actos del V Encuentro Mundial de las Familias.
 Recién llegado al aeropuerto de Manises, decía el Papa: "Mi deseo es proponer el papel central, para la Iglesia y la sociedad, que tiene la familia fundada sobre el matrimonio. Ésta es una institución insustituible según los planes de Dios, cuyo valor fundamental la Iglesia no puede dejar de anunciar y promover, para que sea vivido siempre con sentido de responsabilidad y alegría".
¿Qué hemos de hacer, como Iglesia, ante las dificultades que se le plantean hoy a esta institución? El Papa dio una respuesta en el mensaje que nos dirigió a todos los obispos: "Proseguir en una incesante e incisiva pastoral familiar en vuestras diócesis, que haga entrar en cada hogar el mensaje evangélico, que fortalece y da nuevas dimensiones al amor, ayudando así a superar las dificultades que encuentra en su camino".
¿Qué supone esta pastoral familiar "incesante e incisiva"? Supone revitalizar la fe y la vida cristiana desde su mismo centro. El consejo que el Papa nos dio a los obispos se situaba en este nivel fundamental: "Seguid proclamando sin desánimo que prescindir de Dios, actuar como si no existiera o relegar la fe al ámbito meramente privado, socava la verdad del hombre e hipoteca el futuro de la cultura y de la sociedad. Por el contrario, dirigir la mirada al Dios vivo, garante de nuestra libertad y de la verdad, es una premisa para llegar a una humanidad nueva. El mundo necesita hoy de modo particular que se anuncie y se dé testimonio de Dios que es amor y, por lo tanto, la única luz que, en el fondo, ilumina la oscuridad del mundo y nos da la fuerza para vivir y actuar".     
Nuestra actuación de cara a la familia tiene unos aspectos operativos y prácticos que son cada día más urgentes. Señalo algunos, a título de ejemplo.
La preparación al matrimonio. Se impone preparar equipos de matrimonios que, en colaboración con los sacerdotes y diáconos, atiendan la acogida de los novios que se acercan a la Iglesia para contraer matrimonio. Los cursillos prematrimoniales son una realidad positiva y me consta que es valorada por los mismos jóvenes. Hemos de seguir en esta línea y mejorar nuestra oferta, respondiendo, con una actitud de diálogo, a los interrogantes y preocupaciones de las parejas jóvenes, presentando en toda su profundidad y belleza el sacramento del matrimonio.
Otra realidad que hemos de potenciar e intensificar son los centros de acogida de matrimonios en crisis y las obras de atención a las madres que se encuentran en peligro de provocar el aborto. Hay instituciones de la Iglesia que realizan una labor callada pero muy valiosa en este sentido. Muchas crisis que acaban en ruptura familiar se habrían podido superar positivamente si hubiese habido una ayuda adecuada.
Por último, hemos de potenciar también las llamadas escuelas de padres, grupos en los que, con la ayuda de expertos en educación, los padres y las madres pueden plantear sus dificultades e inquietudes, en diálogo con personas y matrimonios que los ilustran con su saber y su experiencia.
No es hora de lamentarnos, sino de actuar. Mi reconocimiento y mi palabra de ánimo, en esta jornada, a todos aquellos hombres y mujeres que, entre nosotros, trabajan al servicio de la familia y de la vida. Y una llamada a continuar y, si hace falta, a mejorar lo que ya se está haciendo.

+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
     

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa