Mañana celebramos la fiesta de Nuestra Señora la Virgen del Carmen, Flor del Carmelo, Estrella del Mar, patrona de países, ciudades, pueblos y de las gentes del mar, y de tantas personas que llevan el nombre de Carmen o de Carmelo. Los orígenes se remontan al monte Carmelo, que es un monte alto situado en la costa oriental del mar Mediterráneo, y tiene en sus laderas numerosas grutas naturales, lugares propicios para la vida de los eremitas. El más conocido de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, que en el siglo IX antes de Cristo defendió valerosamente la pureza de la fe en el Dios único y verdadero contra la contaminación de los cultos idólatras. Posteriormente, inspirándose en la figura de Elías, surgió la Orden del Carmen, una familia religiosa que cuenta entre sus miembros con santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz, santa Teresa del Niño Jesús y santa Teresa Benedicta de la Cruz.
Los miembros de la orden carmelitana fueron difundiendo en el pueblo cristiano la devoción a la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo, y la fueron proponiendo como modelo de oración y de entrega a Dios. Más adelante, según la tradición, el 16 de julio de 1251, san Simón Stock, superior general de la Orden, recibió de manos de María el santo escapulario del Carmen, que se convirtió en el principal signo del culto mariano carmelita. Por su sencillez, por su significado antropológico y por su relación con la misión que desempeña María en la historia de la Salvación, el pueblo de Dios ha acogido muy favorablemente esta devoción, que se ha hecho muy popular.
El escapulario del Carmen es un signo externo de devoción mariana, que representa la consagración a la Santísima Virgen María y la confianza en su protección maternal. Es "un signo sagrado según el modelo de los sacramentos, por medio del cual se significan efectos, sobre todo espirituales, que se obtienen por la intercesión de la Iglesia". Así lo explica la constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada Liturgia del Concilio Ecuménico Vaticano II en el número 60.
El escapulario es un signo exterior de amor a la Madre, de recuerdo y presencia, de unión espiritual; de ningún modo se trata de una especie de amuleto, o un objeto mágico, o una moda o costumbre. Nos hace presente la protección continua de la Virgen, no sólo a lo largo del camino de la vida, sino también en el momento del paso hacia la vida eterna. Por otra parte, nos recuerda que el amor a la Madre y la vida de oración no se limitan a momentos puntuales u ocasiones extraordinarias, sino que deben constituir un hábito, es decir, una orientación permanente de la vida cristiana, impregnada de oración y de vida sacramental. A la vez, nos recuerda el compromiso de servicio a los hermanos y la práctica de las obras de misericordia, es decir, de una vida solidaria y compartida, especialmente con los más necesitados.
Tradicionalmente la Iglesia ha saludado a María como estrella del mar con el himno latino Ave maris Stella. Recordamos que en la antigüedad los marineros, en la oscuridad de la noche, se guiaban por las estrellas y confiaban en ellas para marcar su rumbo en el océano y para llegar a puerto seguro. En medio de las aguas difíciles de la vida, a través de la oscuridad de las dificultades y del dolor, María es la estrella que nos guía hacia el puerto seguro que es Cristo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa