El Papa Francisco nos exhorta a «Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor» en su mensaje para la 55.a Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que celebramos hoy. El mensaje está íntimamente relacionado con la próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en octubre de este año, y que tratará sobre los jóvenes, la fe y la vocación. Recuerda el Papa que las vocaciones son, ante todo, una llamada de Dios a las personas concretas, y que por tanto no vivimos arrastrados por una casualidad ciega; al contrario, nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina, de un designio de amor. Ahora bien, es necesario que cada uno descubra su vocación y para ello es necesario un proceso de discernimiento que ayude a descubrirla. Es necesario escuchar, discernir y vivir esta palabra que nos llama desde lo alto, que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace instrumentos de salvación en el mundo y nos ayuda a encontrar la felicidad.
El Cardenal Montini, futuro Papa Pablo VI, al referirse a la pastoral con los jóvenes, en un texto precioso que recogerá posteriormente la Exhortación de San Juan Pablo II, Pastores Dabo Vobis, sobre la formación sacerdotal (cf. n. 40), destacaba cómo la tarea de consejo y acompañamiento espiritual tiene gran importancia a la hora de discernir la propia vocación específica: «La dirección espiritual tiene una función hermosísima y, podría decirse indispensable, para la educación moral y espiritual de la juventud, que quiera interpretar y seguir con absoluta lealtad la vocación, sea cual fuese, de la propia vida; conserva siempre una importancia beneficiosa en todas las edades de la vida, cuando, junto a la luz y a la caridad de un consejo piadoso y prudente, se busca la revisión de la propia rectitud y el aliento para el cumplimiento generoso de los propios deberes. Es medio pedagógico muy delicado, pero de grandísimo valor; es arte pedagógico y psicológico de grave responsabilidad en quien la ejerce; es ejercicio espiritual de humildad y de confianza en quien la recibe.»
No se puede olvidar que el proceso de maduración de la vida de fe no está exento de dificultades. Se trata de un camino de relación personal con Dios y de desarrollo de la vida cristiana en la Iglesia y en el mundo que difícilmente se puede recorrer en solitario, de manera individualista, sin la ayuda de la comunidad y de alguna persona más experimentada que pueda acompañar y ayudar en los momentos de dificultad, de oscuridad, sobre todo cuando hay que discernir para tomar decisiones. Por eso resulta imprescindible contar con la ayuda de un sacerdote, o un religioso, o un laico preparado para estos menesteres, que vayan ayudando a resolver los problemas, a despejar las dudas, a adquirir criterios rectos y a formarse doctrinalmente.
En este camino de crecimiento en la vida de fe el joven ha de ir descubriendo su vocación y su misión en la Iglesia y en el mundo. La oración, la meditación de la Palabra de Dios y la reflexión personal serán fundamentales en ese discernimiento, pero es necesaria también la figura del director espiritual que ayude al conocimiento de sí mismo, a la unión con el Señor, a buscar la voluntad de Dios en sus vidas. La experiencia y el consejo de alguien con capacidad para guiar en el camino ayudará a hacer fructificar los dones recibidos y también a discernir en medio de las situaciones históricas y las vicisitudes personales.
Escuchar, discernir y vivir. Insiste el Papa Francisco en que la alegría del Evangelio no puede depender de nuestras lentitudes y desidias y no se puede realizar si no asumimos el riesgo de hacer una elección. Hay que escuchar, discernir y vivir respondiendo con prontitud y generosidad, porque la misión cristiana es para el presente.
+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa