Pascua o la primera verdad de la Iglesia

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

En esta solemnidad de Pascua de Resurrección del Año Jubilar, deseo iniciar esta reflexión con una de las frases más impactantes – a mi modo de ver- del papa Francisco en el documento sobre el Jubileo: “La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo” (MV 12).

No hay duda, nos lo recuerda San Pablo, de que la resurrección de Cristo es el fundamento de la fe cristiana y de la predicación evangelizadora. ¡Cristo vive! No es un prisionero del pasado, sino una persona viviente. Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y falso nuestro mensaje.

Los teólogos han dicho del Señor una muy bella sentencia: Cristo es el hombre para los demás. Esto se manifiesta especialmente en la Pascua del Señor, en su resurrección, así como en su pasión y en su muerte. Todo en Cristo es donación, amor y perdón. Uno de nuestros teólogos, para mí muy querido, Josep Maria Rovira Belloso, ya jubilado de sus actividades académicas, desde la paz y la sabiduría espiritual de su retiro, nos ha dado  su último libro, que ha titulado así: “Déu  és feliç donant-se. Esbós d’una teologia espiritual (Herder). O sea. “Dios es feliz dándose”. ¡Qué bella formulación! Dios es la suprema gratuidad. Su ser es donación plena en el seno de la Trinidad y hacia las cosas creadas. El supremo bien es la suprema donación. Como señaló san Agustín: «poseer un bien sin compartirlo no es alegría»:

La Pascua de Cristo lo manifiesta bellamente, porque él resucitó como la primicia, el primero entre muchos hermanos. Todo en Cristo es perdón y ofrenda de sí mismo. Especialmente en la Pascua. Y ya en su primera aparición a los apóstoles les otorga la paz, les anuncia el perdón y les confiere el ministerio del perdón y de la reconciliación. Vivir la pascua es dejarse renovar y dejarse recrear por él. Vivir la pascua es vivir en Cristo, es decir, vivir en la verdad y en el amor; es tener sus mismos sentimientos y responder  con prontitud a su llamada; es vivir en plenitud la filiación del Padre, ser hijos en el Hijo, vivir la fraternidad  y la comunión; es morir al  egoísmo cada día, es perdonar setenta veces siete, es entregarse hasta dar la vida.

Comenta el Santo Padre: “De este amor, que llega hasta el perdón y el don de sí, la Iglesia se hace sierva y mediadora ante los hombres. Por tanto, donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente la misericordia del Padre. En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (MV 12).

En el espíritu del lema de este año jubilar –“Misericordiosos como el Padre”-, nos dice el Papa que “el perdón y la misericordia son fuente de alegría y de paz”. Esta es la alegría y la paz  que, en este solemne día de Pascua, deseo transmitir a todas aquellas personas a las que  puedan llegar mis palabras. ¡Santa y gozosa Pascua de Resurrección del año jubilar! ¡Cristo ha resucitado, aleluya! ¡Verdaderamente ha resucitado, aleluya!

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa