En este comentario quisiera glosar brevemente algunos de los valores pedagógicos, en el ámbito de la fe cristiana, de la liturgia mozárabe que desde el sábado 16 de abril, vigilia del domingo de Ramos, vuelve a ser realidad en nuestra diócesis. Aquel día, en efecto, tal como ya comenté en un escrito anterior, en la iglesia de Santa María de Terrassa, que era la catedral de la antigua diócesis de Égara –y que es una de las joyas del valioso conjunto de iglesias visigóticas de la ciudad- se celebró la eucaristía en un rito que era usual y que se formó en la Hispania romana y se acabó de configurar bajo el dominio de los visigodos, y estuvo en vigor entre los siglos Vº y XIº.
Una primera impresión que produce el rito mozárabe en los fieles acostumbrados al rito romano es su espíritu oriental. Esta sensación queda plenamente justificada, ya que los historiadores de la liturgia han hallado numerosas similitudes con antiguos ritos cristianos del norte de África y en especial con las liturgias copta y bizantina. El rito mozárabe es más solemne que el romano, caracterizado éste por una cierta sobriedad y austeridad. La misa es un poco más larga que la romana. Sin embargo, este rito tan antiguo tiene una pedagogía: que es la de introducir al fiel que participa en él –que lo celebra- en una actitud contemplativa. Esto se manifiesta en una tendencia a repetir determinadas fórmulas a lo largo de la celebración eucarística. Así, por ejemplo, el Padrenuestro es cantado por el celebrante y, después de cada petición, los fieles responden “Amén”, también cantando. La intención es clara: se trata de la participación espiritual, de la interiorización, para el cristiano, del misterio celebrado.
Otra característica, ésta de tipo más teológico, es la insistencia en confesar la divinidad de Jesucristo en diferentes momentos de la celebración. Esta práctica se comprende en el contexto de la Hispania visigoda, donde la herejía arriana, que sólo reconocía a Cristo como hombre, estaba muy extendida. El rito visigótico intentaba así recordar la divinidad de Jesús siempre que podía. Ciertamente, esta confesión de fe en Cristo, Dios y hombre verdadero, tiene un valor perenne en aquellos primeros siglos y también hoy.
Respecto a las lecturas bíblicas, también encontramos diferencias, porque siempre son cuatro, en vez de las tres a las que ahora estamos acostumbrados en la celebración eucarística dominical según el rito romano. También puede sorprender que en el momento de la consagración el celebrante no muestre a la asamblea el Cuerpo y la Sangre de Cristo, cosa que constituye una semejanza con la liturgia según el rito de Oriente.
Acabo invitando a los diocesanos a asistir a alguna de estas celebraciones para saborear su riqueza y captar –y vivir- su pedagogía, en el marco bellísimo y tan evocativo de la antigua catedral visigótica de Égara, el templo dedicado a Santa María. No hay duda de que con la celebración de la misa en este rito –celebración que tendrá un carácter excepcional- nuestra diócesis ha hecho honor a sus raíces y ha ganado en diversidad y en riqueza espiritual. Con esta intención se ha promovido esta iniciativa y ahora es responsabilidad de todos obtener de ella los frutos espirituales que todos deseamos.
+ Josep Ángel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa