La solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, que celebramos este domingo, es una oportunidad para dar gracias a Dios por el don de su amor, por la piedad eucarística de tantos cristianos y por el esfuerzo de muchos –pastores y fieles- para poner la eucaristía en el centro de la vida cristiana de las personas y de las comunidades.
En el día del “Corpus Christi” puede ser muy oportuno meditar estas palabras de Benedicto XVI: “Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo. Cuando más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, más profunda es su participación en la vid eclesial a través de la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos. La historia misma de la Iglesia es testigo de ello. Toda gran reforma está vinculada de algún modo al redescubrimiento de la fe en la presencia eucarística del Señor en medio de su pueblo” (Sacramentum caritatis, 6).
La solemnidad del Corpus, con la tradición de las procesiones eucarísticas al término de la celebración de la misa de la fiesta, es sobre todo un acto de fe público en la presencia sacramental del Cristo resucitado, que se da a sus discípulos como alimento para la peregrinación humana de cada uno, de manera que –como escribe San Pablo- “cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” ( 1Co 11, 26).
Desde los primeros tiempos del cristianismo se ha insistido, con toda razón, en el vínculo entre la Eucaristía y la caridad con los necesitados. Es muy coherente, por ello, que en la fiesta de “Corpus” se celebre entre nosotros el Día de la Caridad, la jornada principal de Cáritas durante todo el año, día en que esta institución eclesial da cuenta de sus proyectos, del uso de sus recursos y de sus propósitos más inmediatos.
Cáritas –como expresión diaconal de toda la comunidad eclesial- es la institución básica, aunque no única, de la solicitud de cada Iglesia local por los pobres y marginados. Las Cáritas parroquiales y la Cáritas Diocesana detectan en primer lugar las carencias de las personas que acuden a ellas en demanda de ayuda.
Los obispos de las diócesis catalanas, en nuestra última reunión, quisimos valorar y agradecer –y así lo dijimos en el comunicado final- todo lo que se está haciendo desde las comunidades parroquiales, desde Cáritas y desde otras instituciones de ayuda, para apoyar a las personas más afectadas por la actual crisis económica. Y pedimos que “se mantenga este trabajo caritativo hacia los más afectados, con nuevas iniciativas que promuevan la solidaridad y la justicia, y con actividades empresariales para mantener y ampliar los puestos de trabajo”.
Bien está este trabajo que se puede calificar como de ayudas de emergencia. Pero también hay que pensar en una terapia más profunda; se hace necesario pensar en las causas que han provocado esta crisis, porque sólo así se podrán encontrar los remedios que impidan su repetición en el futuro. Esperemos que podamos salir de esta crisis. Pero no dejemos de reflexionar sobre las posibles lecciones de la misma. Muchas cosas no podrán –y no deberán- ser como antes de la crisis. Es preciso que las lecciones de la crisis no sean olvidadas.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa