Queda poco hilo en el carrete

El comienzo de noviembre nos trae cada año el recuerdo de los que nos han precedido. Es bien sabido que ciertas manifestaciones culturales de nuestros días tienden a camuflar la muerte. Hacer “como si” ésta no existiera. El realismo cristiano está en otra onda. La muerte está ahí. Cada año, el 2 de noviembre, la Iglesia celebra la “Conmemoración de todos los fieles difuntos”, que esta año coincide con el domingo.

 

He recordado lo que afirma el Papa Francisco en su diálogo con dos periodistas argentinos, en la larga entrevista que se ha publicado en forma de libro. Se titula El Papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio. Inicialmente se publicó con el título de El jesuita, pero, una vez elegido Papa, ha salido con el titulo que he citado.

 

“A propósito, ¿piensa usted en su propia muerte?”,  le preguntan los entrevistadores.  “Hace tiempo que es una compañera cotidiana”, les dice el entonces arzobispo de Buenos Aires. “¿Por qué?”, insisten. Y él: “Pasé setenta años y el hilo que queda en el carrete no es mucho. No voy a vivir otros setenta y empiezo a considerar que tengo que dejar todo. Pero lo tomo como algo normal. No estoy triste. A uno le dan ganas de ser justo con todos en todas las situaciones, de hacer al final –digamos- caligrafía inglesa. Pero la muerte está todos los días en mi pensamiento”.

 

¡Qué contraste con la tendencia de una cierta cultura actual! El arzobispo de Buenos Aires no preveía, seguramente, lo que le esperaba todavía en esta vida. Nada menos que la suprema responsabilidad al frente de la  Iglesia católica. Esa responsabilidad que ha asumido con mucho brío y con una general aceptación.

 

Pensar en la realidad de la muerte nos hace sabios. Saber que la vida terrenal es un hilo que vamos gastando nos invita a la responsabilidad y a aceptar nuestra radical condición de peregrinos. “Porque lo nuestro es pasar”, escribió Machado.

 

En todas las épocas el hombre se ha preguntado sobre el sentido de su vida y sobre el futuro de su existencia. La respuesta cristiana la expresó el cardenal Newman, ahora beato, diciendo: “Todo cristiano medianamente informado conoce la diferencia entre nuestra religión y el paganismo. A cualquiera que se le pregunté qué ganamos con el Evangelio, responderá en seguida que hemos obtenido con él el conocimiento de nuestra inmortalidad, es decir, que tenemos unas almas destinadas a vivir para siempre”.

 

Hemos sido creados por un amor infinito para gozar infinitamente de este amor. Así mira el cristiano la realidad de la muerte. Y por esto, san Francisco de Asís se atreverá a llamarla “la hermana muerte”, porque –por la fe- sabemos que ella nos introduce en la vida definitiva, en la vida eterna. Por eso, el cristiano mira con serenidad el discurrir del tiempo, y recuerda la sentencia clásica latina  tempus fugit, “el tiempo se nos escapa” y el hilo del carrete se va acabando. 

 

+ Josep Àngel Saiz Meneses

 

Obispo de Terrassa  

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa