Del 21 al 28 del pasado mes de julio tuvo lugar la Sexta Peregrinación Diocesana de Jóvenes, que en esta ocasión consistió en recorrer la parte del Camino que va desde Finisterre a la capital compostelana. Después de cinco años, hemos vuelto al Camino de Santiago. Quiero recordar que iniciamos estas peregrinaciones el año 2014, y la primera fue del 28 de julio al 4 de agosto, en aquella ocasión desde Lugo hasta Santiago. El año siguiente peregrinamos a Ávila, y participamos entre los días 5 y 9 de agosto de 2015, en el Encuentro Europeo de Jóvenes, organizado por la Conferencia Episcopal Española, con el lema “En tiempos recios, amigos fuertes de Dios”; un encuentro que tuvo lugar en el marco de las celebraciones del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
El año 2016 peregrinamos a Cracovia para participar del 26 al 31 de julio en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud, convocados en esta ocasión por el papa Francisco, con el lema “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia” (Mateo 5,7). El año siguiente fuimos en peregrinación al santuario de Fátima, con ocasión del centenario de las apariciones de la Virgen María del 13 de mayo de 1917, a tres pequeños pastores, Lucía, Jacinta y Francisco, con un mensaje de invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración. El año pasado, 2018, la peregrinación tuvo como destino Loyola, cuna de san Ignacio, y Javier, cuna de san Francisco Javier. Fue una ocasión propicia para conocer la vida de estos dos grandes santos de la historia de la Iglesia.
Este año hemos comenzado un nuevo ciclo, y el primer destino ha sido nuevamente Santiago de Compostela. Como siempre, han sido días intensos de oración, de reflexión, de convivencia, de amistad, de encuentro. Compartimos la celebración de la Eucaristía, la oración, la historia personal y el bagaje que cada uno trae en la mochila, las capacidades y los bienes materiales, que se ponen al servicio de todos. Y en este clima se crean auténticos lazos de amistad y fraternidad. Son días de conocimiento y reconocimiento de los demás, con jóvenes de otros grupos, de otras parroquias, de otros arciprestazgos, de otras realidades eclesiales; los jóvenes también conocen a diferentes sacerdotes de la diócesis, más allá de los de su parroquia, así como al Obispo Diocesano y a su Obispo Auxiliar.
La peregrinación tiene una dimensión de descubrimiento, de conocimiento de nuevos lugares, de nuevas personas; de uno mismo, de la propia vida; también de Cristo y de la Iglesia. Siempre puede haber alguien que se queda en un nivel más superficial, pero todo el mundo, a su manera, acaba encontrándose consigo mismo, con Cristo y con los hermanos; es cierto que este encuentro se realiza en distintos niveles, según la disposición y la capacidad de cada uno. Pero eso siempre es algo grande, como el hallazgo de un pequeño tesoro, algo que cambia la vida, que entusiasma y llena de fuerza para explicarlo, para dar testimonio ante los demás de lo que se ha experimentado, y para comprometerse en proyectos que ayuden a cambiar el mundo.
Por último, quiero destacar también la alegría que reina en el ambiente de la peregrinación. Una alegría profunda, un buen humor constante, que es un regalo de Dios. No es extraño. Es la alegría de la fe sumada a la alegría de la juventud. La juventud es un tiempo de alegría, cargado de expectativas y esperanzas de futuro, lleno de energía. La fe es la luz que ilumina toda la existencia, y le da plenitud. Por eso esta peregrinación de jóvenes siempre es un magnífico testimonio de alegría y esperanza.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa