San Agustín, predicador de la misericordia

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

El 28 de agosto celebra la Iglesia la fiesta de San Agustín y el día anterior la fiesta de su madre Santa Mónica. El gran Padre de la Iglesia Agustín no podía dejar de fijarse en la cualidad de la misericordia. Su misma vida moralmente azarosa y sobre todo su conversión le invitaron a hacerlo.

Entre los libros que se han publicado para vivir el Jubileo actual uno está dedicado a “la misericordia en los Padres de la Iglesia” y el santo obispo de Hipona ocupa un lugar destacado. Han titulado así el capítulo a él dedicado: “San Agustín, predicador de la misericordia”.

Agustín, en el sermón 358 A, se hace esta pregunta: ¿qué es la misericordia? Y responde que “no es otra cosa que cargar el corazón de un poco de la miseria de los demás”. Explica que en el término “misericordia” hay dos palabras: miseria y corazón. Y con aquel estilo tan existencial que le caracterizaba, continúa diciendo a sus oyentes: “Cuando tu corazón es afectado, sacudido por la miseria de los demás, ahí tienes la misericordia. Considerad por tanto, hermanos míos, que todas las obras buenas que realizamos en esta vida se refieren verdaderamente a la misericordia”.

Pero el gran intelectual que era Agustín,  comprende también que hay que descender a ejemplos vividos, prácticos. Y continúa así, refiriéndose a las llamadas “obras de misericordia”: “Por ejemplo, das pan a un hambriento, ofréceselo con la participación de tu corazón, no con desprecio; no consideres como a un perro a un hombre semejante a ti. Así, pues, cuando haces una obra de misericordia, si das pan, compadécete de quien está hambriento; si le das de beber, compadécete de quien está sediento; si das un vestido, compadécete del desnudo; si ofreces hospitalidad, compadécete del peregrino; si visitas a un enfermo compadécete de él; si das sepultura a un difunto, lamenta que haya muerto; si pones paz entre quienes litigan, lamenta su afán de litigar. Si amamos a Dios y al prójimo, no podemos hacer nada de esto sin dolor en el corazón”.

Actualmente se valoran mucho los sentimientos de las personas. Pues San Agustín se nos muestra en este sermón como un gran conocedor y un gran educador de los sentimientos. Ser compasivo, para él, equivale a “padecer con…”, a solidarizarse con el sufrimiento ajeno. Ser misericordioso, para Agustín, es ser capaz de abrir el corazón a la miseria. En lenguaje sencillo, diríamos que es dejarse llevar de unos buenos sentimientos que no se quedan en un puro sentimentalismo, sino que llegan a las obras, a las obras de solidaridad. La misericordia es, en suma, la actitud de las personas de “buen corazón”, de un corazón sensible al mal del prójimo.

El papa Francisco, en el libro-conversación El nombre de Dios es misericordia, cita este pensamiento de su antecesor Benedicto XVI: “La misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico, es el propio nombre de Dios, el rostro con el que Él se reveló en la antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina también el rostro de la Iglesia y se manifiesta tanto mediante los sacramentos, en concreto con el de la reconciliación, como con las obras de caridad comunitarias e individuales. Todo lo que la Iglesia dice y hace manifiesta la misericordia que Dios siente por el hombre” (pág. 27-28).

Que san Agustín nos ayude a vivir aún más la misericordia de Dios.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa