El pasado 28 de junio, durante la celebración de las primeras vísperas de la festividad de los apóstoles Pedro y Pablo, Benedicto XVI inauguró, en la basílica dedicada al apóstol de los gentiles, el Año Paulino, que había anunciado en aquel mismo lugar un año antes. En presencia del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y de numerosos representantes de diversas Iglesias y comunidades eclesiales de Oriente y Occidente, el Papa abrió el año dedicado a Pablo de Tarso de Cilicia, nacido hace dos mil años -entre el 7 y el 10 después de Cristo- en esta ciudad situada en la actual Turquía.
La homilía pronunciada por Benedicto XVI en esta ocasión manifiesta todo el vigor teológico y espiritual que caracteriza el pensamiento del Papa actual. Como era previsible, en sus palabras encontramos la intención fundamental de esta iniciativa que el obispo de Roma propone no sólo a toda la Iglesia católica, sino también a todos los cristianos del mundo. Tratándose de san Pablo, esta dimensión universal y ecuménica no podía faltar.
Lo que más me ha impresionado de la homilía del Papa ha sido su clara afirmación de la actualidad de san Pablo: “Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. Él es también nuestro maestro –el Papa subrayó la palabra nuestro-, el apóstol y el proclamador de Jesucristo también para nosotros”. Y recalcó esta actualidad con estas palabras: “Estamos reunidos aquí no para reflexionar sobre una historia pasada, irrevocablemente superada. Pablo quiere hablar con nosotros hoy”.
E insistió en este mismo punto con un juego de tiempos verbales: “Estamos aquí reunidos para interrogarnos sobre el gran apóstol de las gentes. No sólo nos preguntamos: ¿Quién era Pablo? Nos preguntamos sobre todo: ¿Quién es Pablo? ¿Qué me dice a mí en esta hora, al comienzo del Año Paulino que estamos inaugurando”.
Desde que se tuvo noticia de esta propuesta del Papa, no pocos nos hemos preguntado: ¿qué se propone Benedicto XVI con esta iniciativa? En sus palabras nos dio la respuesta: “Por esto he querido proponer este especial Año Paulino, para escucharlo y para aprender ahora de él, como nuestro maestro, la fe y la verdad en las que están arraigadas las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo”.
Esta es, por lo tanto, la intención del Pontífice. No lo olvidemos cuando, con la llegada del nuevo curso, las diócesis de todo el mundo –también la nuestra- y las parroquias y comunidades cristianas reflexionarán sobre las acciones a llevar a cabo secundando los deseos de nuestro Santo Padre. Las dimensiones de la unidad –hacer de nuestras comunidades la casa y la escuela de comunión, como dijo Juan Pablo II- y la voluntad ecuménica e interreligiosa han estado muy presentes en el acto inaugural de esta conmemoración. Y tendrán que estarlo también en las actuaciones que podamos preparar para los próximos meses.
El Papa, en el acto que nos ocupa, encendió una “Llama paulina”, que permanecerá encendida durante todo el año en el pórtico de la bella basílica dedicada a san Pablo. Y para solemnizar esta conmemoración fue el primero en atravesar la llamada Puerta Paulina, por la cual entrarán los peregrinos a la basílica. Que estos símbolos sean una invitación a entrar en el mensaje de Pablo para que su amor a Cristo arda en los corazones de los cristianos de hoy.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa