Celebra hoy la Iglesia la Conversión de San Pablo, que este año tiene una especial relevancia por el hecho de coincidir en domingo y por celebrarse dentro del Año Jubilar dedicado al gran misionero con motivo del bimilenario de su nacimiento.
No es frecuente que la Iglesia sitúe a sus santos en el calendario con referencia al hecho de conversión. Como es sabido, como norma general se celebra a los santos y santas en el día de su muerte, muerte que, a los ojos de la fe, no es final de la existencia, sino un nacimiento, por eso en la espiritualidad cristiana, el día de la muerte es un “dies natalis”, un verdadero nacimiento a la vida eterna. Aquel “mayor nacimiento”, del que habla el poeta Joan Maragall.
¿Por qué, pues, la Iglesia celebra la Conversión del gran apóstol de los gentiles? La respuesta aparece con claridad meridiana: porque el encuentro de Pablo con Cristo en el camino de Damasco fue el hecho decisivo de su vida. Pablo vivirá del impacto en su alma de haber visto al Señor resucitado y con este hecho legitimará su condición de apóstol y su vocación de dar testimonio de Cristo ante el mundo. Pablo se siente enviado por Cristo al mundo; se siente apóstol por vocación, es decir, por un especial llamamiento del Señor.
En mi ministerio tengo muchas ocasiones de pensar en San pablo, también por la circunstancia de ser el patrono de los Cursillos de Cristiandad, uno de los campos de mi ministerio como sacerdote y como obispo. Y cada vez veo con mayor claridad algo que a quienes se hayan acercado a Pablo: que es el modelo del verdadero evangelizador. Precisamente por esto: porque su encuentro con Cristo le cambia la vida; porque la experiencia de que Cristo vive y le conoce y le ama, le lleva a no temer y a confiar en su misión. Pablo proclama a Cristo en ciudades como Corinto y Roma, que en su tiempo eran un mosaico de etnias, culturas y cultos, un mosaico bastante parecido a las ciudades de nuestro mundo occidental.
Sería interesante describir los perfiles del evangelizador tal como aparecen en la vida de Pablo. Me detendré sólo en uno: su total entrega a Cristo, su plena confianza en el Señor. Benedicto XVI, al abrir el Jubileo Paulino en la basílica dedicada al gran apóstol en Roma dijo que “los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo; entrega que no temía peligros, dificultades ni persecuciones”.
De ello el Papa deducía una lección importante para todos cristianos, especialmente actual hoy, cuando terminamos la Semana de Oración por la Unidad: “La acción de la iglesia sólo es creíble y eficaz en la medida en que quienes forman parte de ella están dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en cualquier circunstancia. Donde falta esta disponibilidad, falta el argumento decisivo de la verdad, del que la Iglesia misma depende”.
Cuando en el camino de Damasco, Pablo cayó del caballo, cegado por la luz divina, se pasó sin vacilaciones al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó por Cristo; por él sufrió y por él murió. Su ejemplo es totalmente actual y es un modelo a imitar por los servidores del Evangelio de todos los tiempos.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa