El pasado 23 de septiembre hice una visita a Mollet. La visita consistió fundamentalmente en presidir la celebración de la Eucaristía y en un acto de bendición de una imagen de la Virgen María, a la que se ha llamado Santa María de Mollet. Hubo un acto de plegaria que tuvo una participación numerosa de feligreses, con la presencia de las autoridades civiles y sobre todo una participación muy sentida, muy profunda, llena de emotividad.
Para poder comprender el clima espiritual que se respiraba y cómo esta imagen ha penetrado en la entraña profunda de esta ciudad, hemos de hacer un pequeño recorrido histórico. El año 1962 se predicó una Santa Misión en Mollet y también fue el año del comienzo del Concilio Vaticano II. Para recordar ambos acontecimientos se colocó al abrigo de la iglesia parroquial de Sant Vicenç una imagen de la Virgen con el Niño, obra del escultor Sebastià Badia i Cerdà. Muy rápidamente se convirtió en un lugar de plegarias y de ofrendas.
El año 2000, con ocasión de una nueva predicación de la Santa Misión se remodeló el jardinet de la Mare de Déu. En mayo de 2006, en un acto incívico, la imagen fue tirada al suelo. Dado que la imagen tenía desperfectos a causa del paso del tiempo, además de los desperfectos producidos por el acto citado, se hizo una reproducción de la imagen y se ubicó al lado de la anterior, pero en una posición más elevada. Viene a ser como un oratorio en plena calle. Con frecuencia se puede ver a personas que oran ante la imagen y hacen su ofrenda de flores o de velas. Llama la atención la gran cantidad de flores y de velas que siempre hay, es decir, la gran cantidad de personas que se acercan para hacer un momento de oración ante esta imagen de la Virgen María, que se ha convertido sin duda en un elemento religioso importante, un referente para la parroquia y para la ciudad de Mollet.
Estas expresiones de amor y devoción a la Santísima Virgen, al igual que otras manifestaciones religiosas que se reavivan en la actualidad, o también el interés que despiertan los temas de espiritualidad, por citar sólo algunos aspectos, en el fondo ponen de manifiesto la dimensión religiosa del ser humano, las profundas inquietudes de autenticidad, de plenitud, de libertad también, que la sociedad consumista no puede satisfacer. Hombres y mujeres que viven el mundo, en medio de las alegrías y de los sufrimientos, que se hacen preguntas sobre las realidades fundamentales, que luchan y esperan. Como nosotros, que hemos comenzado un nuevo Adviento, que levantamos la mirada y contemplamos cómo “en la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para que obtuviéramos la condición de hijos” (Gal 4, 4-5). Este Hijo, Jesucristo, es el Salvador universal, y María, su Madre y Madre nuestra, es la colaboradora principal en la obra de la salvación.
Ella respondió con disponibilidad en el momento de la Anunciación, y mantuvo su compromiso fielmente a lo largo de toda la vida hasta el pie de la cruz. Ahora es Madre y Maestra que nos enseña el camino de la fe, que vela por nosotros mientras peregrinamos en la tierra, que nos consuela en las aflicciones. Como tantas personas de Mollet, de todas las edades y condiciones, que le llevan lamparillas y flores, deseo que en este Adviento los diocesanos del obispado de Terrassa vivan con intensidad la preparación de la venida del Señor ofreciendo la luz encendida de una fe que madura con el paso del tiempo y que crece en cada año litúrgico y las flores del amor, del compartir y de la solidaridad con los necesitados que tenemos junto a nosotros. María también nos enseña a esperar al Señor, y nos enseña a ofrecerlo, a darlo a los demás. Esta dimensión evangelizadora del Adviento estamos llamados a vivirla de manera especial este año, en que estamos aplicando nuestro primer Plan Pastoral.
+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa