En este cuarto domingo de Pascua se celebra la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En cambio la Jornada en torno a la fiesta de San José está dedicada únicamente a las vocaciones sacerdotales y a ayudar al Seminario de cada diócesis. La jornada de hoy fue instituida, hace 50 años, por el Papa Pablo VI, durante la celebración del Concilio Vaticano II. Aunque desde el día 13 de marzo tenemos al Papa Francisco, sucesor de San Pedro y obispo de Roma y, por ello, garante de la unidad y la comunión de toda la Iglesia católica, el lema de esta jornada fue escogido por Benedicto XVI. El lema, que se inscribe perfectamente en el contexto del Año de la Fe, dice así: “Las vocaciones, signo de esperanza fundada sobre la fe”.
Benedicto XVI, que dedicó su segunda encíclica –titulada Spe salvi, “Salvados en esperanza”- a la virtud teologal de la esperanza, pone esta virtud en el centro del mensaje que publicó para jornada de este domingo. “La esperanza –dice- es espera de algo positivo para el futuro, pero que, al mismo tiempo, sostiene nuestro presente, marcado frecuentemente por insatisfacciones y fracasos”. El fundamento de nuestra esperanza – en este de las vocaciones, como en cualquier otro tema – es la fidelidad de Dios, que no nos deja nunca solos y es fiel a la palabra dada.
La fidelidad de Dios consiste en su amor. Y este amor, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela a nuestra existencia. La esperanza cristiana se alimenta, pues, de esta certeza: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). ¿Qué sería nuestra vida sin este amor? “Dios cuida del hombre desde la creación hasta el fin de los tiempos, cuando llevará a cabo su proyecto de salvación. ¡En el Señor resucitado tenemos la certeza de nuestra esperanza!”, dijo Benedicto XVI a los jóvenes con ocasión de su viaje a San Marino.
Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él. Son fruto del crecimiento en la fe, entendida como relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros.
Estimados diocesanos de Terrassa: las vocaciones sacerdotales y religiosas que surgen entre nosotros son un gran signo de esperanza para la Iglesia y también para el mundo. A la vez, las veo como el fruto más maduro de unas comunidades cristianas vivas.
Queridos jóvenes, permitidme que os transmita las palabras con las que Benedicto XVI –que ahora dedica sus horas a rezar por toda la Iglesia- terminaba el mensaje para la jornada de hoy: “¡No tengáis miedo de seguir a Cristo! Así seréis felices de servir, seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno y aprenderéis a dar razón de vuestra esperanza”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa