Se cumplió ayer el quinto aniversario de mi entrada en la recién creada diócesis de Terrassa. Fue el 25 de julio de 2004, en la fiesta del apóstol Santiago. Esta fiesta, como es lógico, tiene cada año para mí un recuerdo especial y me invita a pensar en las responsabilidades y en el servicio que por la bondad del Señor se me ha confiado en esta Iglesia particular.
Los textos del Vaticano II son de una gran riqueza en todos los sentidos. Y lo que dice sobre los obispos es siempre una invitación a hacer un examen de conciencia sobre los tres deberes fundamentales que desarrolla el Concilio en la constitución sobre la Iglesia: el deber de enseñar, el de santificar y el de regir y apacentar.
No son pocos los deberes de un obispo. Me voy a referir, en estas breves reflexiones, al primero de estos tres deberes: el de enseñar. “En el ejercicio de su ministerio de enseñar anuncie el obispo a los hombres el Evangelio de Cristo, que sobresale entre los primeros deberes de los obispos, llamándoles a la fe con la fortaleza del Espíritu, o confirmándolos en la fe viva”.
El obispo, en su Iglesia particular, no camina solo, sino en comunión con toda su comunidad cristiana. El Concilio nos invita a tener siempre ante los ojos el ejemplo del “Buen Pastor, que vino no a ser servido, sino a servir y a entregar su vida por sus ovejas”.
En este sentido, podemos decir que el obispo hace camino con todos los que constituyen la Iglesia local que se le ha confiado. Me ha gustado especialmente, en este sentido, la carta pastoral que ha publicado el arzobispo de Santiago de Compostela, Mons. Julián Barrio, para presentar el Año Jubilar Compostelano que se celebrará durante el 2010. Ya es sabido que allí se celebra el jubileo todos los años en los que la festividad del Apóstol cae en domingo, lo que sucede el año que viene.
El arzobispo compostelano ha titulado así su escrito pastoral: “Peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado”. Esto son el obispo y su comunidad: peregrinos, como lo es toda la Iglesia. Y también testigos de Cristo resucitado, porque en Cristo se resume toda nuestra fe y nuestra misión: hacer que Cristo sea conocido y amado. Y que los hombres y mujeres tengan acceso a “Cristo resucitado, nuestra esperanza”, como decía con frase lapidaria el gran San Agustín.
El arzobispo compostelano centra su pastoral en la narración de los discípulos de Emaús, quienes, a pesar de estar muy desanimados, obtuvieron el don de caminar con el Señor resucitado. Esta narración es una magnífica “hoja de ruta” `para los peregrinos del Camino de Santiago, que se prevé que serán muchos, porque su número crece de forma constante en los últimos años y en un alto porcentaje. Como dice el arzobispo en su pastoral, “si analizamos los datos estadísticos disponibles de la peregrinación jacobea, podemos constatar que, en los últimos veinticinco años, la evolución del número de peregrinos ha sido constante.
En un época como la actual, marcada por el desasosiego humano, la secularización y la crisis de la fe en muchos, este hecho constituye un claro signo de esperanza
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa