Testigos de la luz de Dios

     Hoy, en este primer domingo del tiempo ordinario, celebramos la fiesta de La Santísima Trinidad, recordando que el Dios en el que creemos se manifiesta como Padre, como Hijo en Jesucristo y como Espíritu Santo. Es la síntesis del gran misterio del amor de Dios que celebramos durante todo el año cristiano y que llena toda nuestra vida cristiana.

     Como creyentes en el Dios que es Amor, estamos llamados a vivir en la contemplación del misterio de Dios que se nos ha manifestado y a vivir también en la alabanza y en la acción de gracias. Por eso mismo, es muy oportuno que se haya situado en este domingo de la Santísima Trinidad la jornada dedicada a los religiosos y religiosas de vida contemplativa; es decir, a las monjas y monjes de nuestros monasterios. Ellas y ellos son como la voz de la Iglesia, que constantemente alaba a Dios, medita sobre su Palabra y reza por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero.

     El lema escogido para esta jornada es muy sugestivo, si comprendemos bien su sentido. Dice así: “La lectio divina, un camino de luz”. Este lema se inspira en la exhortación apostólica Verbum Domini, con la que el Santo Padre Benedicto XVI propone a toda la Iglesia las orientaciones fundamentales del Sínodo de los obispos que se reunió en Roma en el otoño del año 2008 y que estudió el tema de La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia y en la misión de la Iglesia. Este Sínodo insistió en la conveniencia de una aproximación orante a la Sagrada Escritura como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, con particular referencia al método llamado de la lectio divina.

     La lectio divina es verdaderamente capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viva. Benedicto XVI, en el número 87 de la exhortación apostólica Verbum Domini presenta brevemente los pasos fundamentales de esta práctica que nos llega de la sabiduría de Oriente y de la vida monástica.

     Se empieza con la lectura del texto (lectio), que suscita la pregunta sobre el conocimiento de su contenido auténtico: qué dice el texto bíblico en sí mismo. Sigue después la meditación (meditatio) en la que la pregunta es: ¿qué nos dice el texto bíblico a nosotros? Es ver que la Palabra de Dios nos habla ahora y aquí. Se llega después sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone hacerse esta pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su Palabra? La lectio divina llega a su cumbre con la contemplación (contemplatio), durante la que aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la realidad y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida nos pide el Señor? Quisiera recordar que la lectio divina no acaba su proceso hasta que no alcanza la acción (actio), que mueve la vida del creyente a convertirse en don para los demás por medio de la caridad.

       María, Madre de Dios y Madre nuestra es modelo para todos los fieles de escucha y de acogida fiel de la divina Palabra, que ella conservaba y meditaba en su corazón (cf. Lc 2,19). 

     + Josep Àngel Saiz Meneses

     Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa