La vida es prueba y tentación, oportunidad para la fidelidad al Señor. El desierto es prueba, es la vida misma. La vida humana es también un desierto lleno de pruebas. Jesús, antes de comenzar su vida pública, se adentra 40 días en la soledad del desierto. El desierto será escenario para la prueba. El Evangelio de San Lucas nos dice que “el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo” (Lc 4, 1-2).
La sociedad de consumo nos bombardea continuamente con estímulos, con propuestas, con tentaciones. Y nuestra moral es de derrota. Planteamos la vida personal, la pastoral, etc., a la defensiva, a mínimos, perdiendo terreno resignadamente, como si no hubiera nada que hacer ante el tsunami materialista que nos arrasa.
Reflexionar sobre las tentaciones de Cristo y cómo las vence nos ayudará a comprender nuestras tentaciones y a superarlas también. Las tres tentaciones nos evocan la peregrinación de Israel por el desierto y las pruebas que no superó. Jesús vence las tentaciones y nos señala el camino de la confianza en Dios, de la fidelidad al Padre. La primera tentación, convertir las piedras en panes, se contrapone a la protesta de Israel cuando, acosado por el hambre en el desierto, aun después de haber visto obras prodigiosas en su liberación, pide volver a la esclavitud de Egipto y añora sus ajos y cebollas. Jesús nos enseña a no dejarnos absorber en exceso por la seguridad material, a poner nuestra seguridad, nuestra confianza en Dios.
La tentación del poder y la gloria, de adorar a Satanás para conquistar el dominio del mundo, es una pura idolatría, es la fascinación por la riqueza y el poder. Jesús responde con el acto de fe de Israel: adorar y dar culto únicamente a Dios. Por último, Jesús supera la tentación del éxito fácil, de la espectacularidad, del recurso a lo sensacional como método en su misión mesiánica, de apartarse del camino de la cruz.
En el Bautismo renunciamos a todo lo que expresan esas tentaciones: al pecado, para vivir en la libertad de los hijos de Dios; a todas las seducciones del mal; a Satanás, padre y príncipe del pecado. En el bautismo hacemos profesión de fe en Dios y nos adherimos al estilo de vida del evangelio, a vivir amando a Dios y al prójimo, a participar de la entrega de Cristo. Este es el programa de vida del cristiano, que hemos de renovar al llegar el tiempo de Cuaresma, que hemos de vivir y inculcar a nuestros niños y jóvenes.
Vivimos tiempos recios, tiempos fuertes, tiempos de esforzados. El relativismo moral que va impregnando nuestros ambientes nos quiere convencer de que no hay verdades absolutas, de que todas las verdades son relativas, de que la verdad de una proposición dependerá de las circunstancias o de las condiciones en que es formulada. Y lo mismo habría que afirmar respecto a la bondad o maldad de los actos. Al final, en lugar de superar las tentaciones, acabaremos reciclándolas y descubriendo la bondad del mal, del pecado, de aquello que nos aparta de Dios y del hermano. No nos equivoquemos, no confundamos las cosas, no rebajemos los niveles, pidamos al Señor gracia y fortaleza, y en lugar de justificar lo injustificable, pidamos humildemente al Señor que no nos deje caer en la tentación y nos libre de todo mal.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa