¿Tiene sentido la misión en el momento presente?

En el marco social en el que vivimos actualmente, fuertemente marcado por los valores de la tolerancia, la convivencia y el respeto, no faltan voces que se preguntan sobre la validez de la misión de evangelizar entre los cristianos y los no cristianos en pleno siglo XXI. Hay quien propone sustituir la misión por dos líneas de reflexión y de acción: por una parte, el diálogo interreligioso y, por otra, la promoción del desarrollo humano en sus múltiples aspectos. Una propuesta de conversión, se dice, se podría interpretar como una intromisión en la conciencia y en la libertad personal. ¿No son todos los caminos igualmente válidos para encontrar la salvación? Hay quien se pregunta si tiene sentido la misión en el momento presente, decía Juan Pablo II en su encíclica La misión del Redentor.
 Es indudable la importancia del respeto a la libertad y a la conciencia. Y recordemos también el valor que la Iglesia concede tanto al diálogo interreligioso como a la promoción del desarrollo humano. Pero esto no significa que la misión quede anulada. La carta encíclica de Juan Pablo II que he citado comienza afirmando que "la misión de Cristo redentor, confiada a la Iglesia, está todavía muy lejos de haberse cumplido. Al final del segundo milenio después de la venida de Cristo, una mirada de conjunto a la humanidad demuestra que esta misión está comenzando y que hemos de comprometernos con todas nuestras energías a su servicio".
 La misión es una responsabilidad y un compromiso de toda la Iglesia y de cada uno de sus miembros, según su función y según los carismas recibidos. Pero la pregunta a la que deseamos responder en el Plan Pastoral es ésta: ¿qué nos pide, ahora y aquí, la misión de evangelizar, de dar a conocer y hacer presente a Cristo en nuestra diócesis de Terrassa?
 Vivimos en un país de antigua cristiandad, pero debido al secularismo creciente nos encontramos, por una parte, con diversos contextos ajenos a Cristo y a su mensaje y, por otra parte, el fenómeno migratorio de los últimos años hace que convivamos con grupos humanos que tampoco conocen a Jesús y su Evangelio. Afortunadamente, abundan también entre nosotros las comunidades cristianas con mucha vitalidad. Al mismo tiempo, constatamos la necesidad de una nueva evangelización  de amplios sectores que han perdido el sentido de la fe, aunque vivan en un marco cultural cristiano.
 ¿Qué hemos de hacer, pues, ante una situación como ésta? Me parece importante subrayar la importancia de la palabra y del testimonio en este contexto pastoral, en el que se hace necesaria una nueva evangelización. La teología pastoral más reciente, al hablar del testimonio cristiano, no propone sólo el testimonio de la palabra, sino que también se refiere al testimonio de la vida. Pablo VI destacó la importancia del testimonio de vida en la Evangelii Nuntiandi, llegando a afirmar que "la Buena Nueva ha de ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio" (EN 21).
 Me parece que este punto tiene una especial importancia en estos momentos y ante la crisis de fe de nuestros ambientes. En este mundo de hoy, tan saturado de imágenes y de palabras, lo que más necesitamos son los hechos coherentes con el Evangelio. Es lo mejor que podemos hacer al servicio de Jesucristo y de su Evangelio, ahora y aquí: obras de amor al servicio de todos aquellos a los que podamos llegar, pero sobre todo de los más pequeños, de los más olvidados del mundo y de la sociedad.
 El testimonio de la palabra y el de la vida se explicitan y se complementan mutuamente. Uno y otro han de darse con sencillez, naturalidad y coherencia. El testimonio de vida confirma y da un tono de autenticidad y credibilidad al testimonio de la palabra. El testimonio de la palabra proyecta luz, fuerza y rotundidad al testimonio de vida.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
             

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa