Este sábado y este domingo tenemos entre nosotros al Papa Benedicto XVI que clausura en Valencia los actos del V Encuentro Mundial de las Familias. El tema escogido para este encuentro es "La transmisión de la fe en la familia".
Nuestra época se caracteriza, entre muchos otros fenómenos, por lo que podríamos llamar crisis en la transmisión. Nos referimos, en un sentido general, a la crisis en la transmisión de la cultura, de los valores, de las tradiciones, de las costumbres, de criterios e incluso a la crisis de la comunicación y el diálogo. En el marco de la crisis general de la transmisión se sitúa también la crisis en la transmisión de la fe.
El fenómeno es muy complejo y tiene diversas causas que seria prolijo analizar. En el espacio reducido de este escrito, querría hacer tres reflexiones o sugerencias, esperando que puedan ser una ayuda para las personas que lo lean.
La primera sugerencia es sobre la necesidad de acompañar el proceso personal de la fe en cada persona. Transmitir la fe supone sobre todo educar a la persona en la experiencia de Dios, presente en su interior, provocando en esta persona la adhesión a la fe y la experiencia de esta adhesión. Esta transmisión es un caso de relación interpersonal, lo que exige la personalización de todo el proceso. Se trata de una comunicación triangular, de tres polos: las dos personas que intervienen en el proceso, más la relación de ambas con Dios, que ilumina y atrae a las dos. Por esto, a pesar de las dificultades personales y sociales, siempre será posible este proceso porque, en definitiva, el ser humano ha sido creado por Dios y para Dios. Se trata de ayudar a la persona a eliminar los obstáculos y facilitarle experiencias de trascendencia. Para esto, hace falta humildad, paciencia y sobre todo mucha oración, porque sólo Dios, con su gracia, puede abrir los corazones a la fe.
La segunda sugerencia es sobre la fuerza del testimonio. Todos lo sabemos: el ejemplo es el medio mejor para transmitir formas de conducta, valores y actitudes. También verdades y convicciones de fe. Esto significa que, con una coherencia cristiana en los actos pequeños y grandes de la vida de cada día, se da testimonio de Cristo Salvador. El testimonio de la palabra y el de la vida se complementan mutuamente. Estos dos testimonios han de darse con sencillez, naturalidad y coherencia. El testimonio de vida confirma y da un tono de autenticidad y credibilidad al testimonio de la palabra. El testimonio de la palabra aporta luz, fuerza y rotundidad al testimonio de la vida.
La tercera sugerencia hace referencia a la comunidad cristiana. El testimonio cristiano tiene también como nota distintiva su condición eclesial. ¿Qué quiere decir esto en concreto? Quiere decir que la Iglesia es el sujeto principal de la evangelización y de la transmisión de la fe. Significa que las comunidades cristianas están llamadas a ser contextos en las que las personas comparten una nueva forma de vida con dos elementos: la conversión que origina la adhesión personal de la fe y el seguimiento en el que se asume la forma de vida que Cristo enseña y ofrece. La transmisión de la fe es un proceso eminentemente social que no puede realizarse al margen de la comunidad. Las primeras comunidades cristianas crecieron por medio del testimonio de amor, de solidaridad, de oración. No había pobres entre ellos. Por esto, como dice Benedicto XVI en su primera encíclica (n. 22), "la Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra". El anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos y el servicio de la caridad son tareas que se implican mutuamente y que, con la gracia de Dios, pueden suscitar la transmisión y la adhesión de la fe.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa