Hoy quiero dedicar la carta dominical a un gran santo relacionado con Barcelona, cuya vida y mensaje mantienen una perenne actualidad: San Pedro Nolasco. Nació probablemente en Mas de Saintes Puelles, región de Languedoc-Rosellón, alrededor del año 1180. La familia se trasladó a Barcelona, y allí aprendió de su padre el oficio de mercader y también recibió las enseñanzas propias de una vida cristiana. Su actividad de comerciante le ayudó a conocer a fondo la realidad de su época y las necesidades concretas de las personas, en particular el problema del cautiverio de los cristianos en tierras musulmanas y la necesidad de redimir a los cautivos para devolverles la libertad. A dicha redención dedicará su vida y para ella utilizará sus bienes personales.
Tomó la decisión de dedicarse a la redención de cautivos como primera y principal obra de misericordia por inspiración de la Virgen. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, tuvo lugar una intervención especial de María Santísima en su vida, una experiencia que iluminó su entendimiento y movió su voluntad para que convirtiera el grupo de laicos que ya colaboraban con él en una orden religiosa redentora de cautivos. El 10 de agosto de 1218 se llevó a cabo la fundación en el altar mayor de la Catedral de la Santa Cruz de Barcelona. El obispo Berenguer de Palou hizo entrega a Pedro Nolasco y compañeros de la Regla de San Agustín, como norma de vida en común y, ante él, los primeros mercedarios emitieron la profesión religiosa. Por su parte, el rey Jaime I otorgó a la nueva Orden el debido reconocimiento por el derecho civil de su reino. Se trata de la primera orden religiosa en la Iglesia de advocación mariana.
La Orden de la Merced nace, pues, como obra de misericordia, con la misión específica de redimir a los cautivos cristianos. En aquella época, no pocas personas eran arrancadas de sus familias y de sus tierras y quedaban reducidas a cautividad. La misión de los mercedarios era, en primer lugar, despertar la solidaridad, porque la liberación de cada cautivo tenía un precio. Además, estaban llamados a adentrarse en aquellas periferias geográficas y existenciales para sostener la fe y la esperanza de los cautivos y rescatarlos. La novedad radica en que los rescates se realizaban sin obtener ganancia alguna, sino por merced, por misericordia. Y, por otra parte, se buscaban medios para redimir a los más pobres. Hasta tal punto vivían los mercedarios esa actitud, que llegaron a hacer un cuarto voto en el que prometían «estar dispuestos a quedarse como rehenes, si fuese necesario, por los cautivos en peligro de perder su fe».
El año próximo año se cumplirá el octavo centenario de la fundación de la Orden de la Merced. El contexto social actual ciertamente es diferente en muchos aspectos y son diferentes las cautividades, pero el carisma mercedario de liberación mantiene su vigencia. Por eso la Orden de la Merced vive su carisma desde la fidelidad creativa y ha ido dando respuestas nuevas a los nuevos retos que a lo largo de la historia se han ido presentando. Así lo recoge el número 16 de sus Constituciones: «Las nuevas formas de cautividad, constituyen el campo propio de la misión y cuarto voto mercedarios, se dan allí donde hay una situación social en la que ocurren las siguientes condiciones: es opresora y degradante de la persona humana; nace de principios y sistemas opuestos al evangelio; pone en peligro la fe de los cristianos; y ofrece la posibilidad de ayudar, visitar y redimir a las personas que se encuentran dentro de ella».
Soy testigo directo del excelente trabajo que la familia mercedaria lleva a cabo especialmente en la pastoral penitenciaria, de cómo viven en la actualidad su carisma de liberación. Nuestro agradecimiento y ánimo a los hijos de san Pedro Nolasco.+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa