En este primer domingo de Adviento resuena un anuncio de esperanza: el Señor viene. El Señor viene para renovar nuestras vidas. El Señor viene para renovar el camino de la humanidad y conducirla hacia su Reino. Hoy, al iniciar el camino de preparación a la Navidad, estamos llamados a vivir el gozo y la esperanza que nosotros ponemos sobre todo en Jesucristo.
En este clima esperanzado, tendré hoy la alegría de ordenar a dos nuevos sacerdotes, Carles Cahuana y Josep Maria Cot. El pasado 4 de noviembre ordené también a dos nuevos sacerdotes, Andreu Rodríguez y Joan Lázaro. Y el 25 de marzo pasado impuse las manos a un joven presbítero de nuestra diócesis, Marc Aceituno. Cinco nuevos presbíteros para nuestra joven diócesis en este año de 2007. Es desde luego un motivo de gozo y de esperanza en el futuro de nuestras comunidades cristianas.
Los sacerdotes son los primeros colaboradores del obispo, comparten la solicitud por la evangelización, se consagran plenamente al servicio de la Iglesia diocesana. El ministerio del presbítero es comunión y colaboración responsable y necesaria con el ministerio del obispo. Su vida y ministerio son continuación de la vida y de la acción de Cristo y, en consecuencia, han de seguir su estilo de vida, han de vivir sus actitudes. En esto consiste su identidad y aquí radica la fuente del gozo de la vida sacerdotal. La celebración de la Eucaristía será el momento privilegiado para expresar su unión con Cristo y su entrega a los hermanos.
En el momento presente, los sacerdotes han de vivir especialmente el compromiso de evangelizar con un celo pastoral que los lleve no al repliegue sino a la búsqueda de todas las ovejas. El Señor les confía no sólo el cuidado pastoral de la comunidad cristiana, sino también la evangelización de los indiferentes, los alejados, los no creyentes, y de todos aquellos que todavía no han escuchado la Buena Nueva. Su vida y su trabajo están consagrados al anuncio del Evangelio y a la edificación de la Iglesia. Por esto han de gastarse y desgastarse en el servicio del anuncio del Evangelio y en el servicio para que los creyentes puedan alcanzar la plenitud de la vida cristiana.
Los sacerdotes están llamados a ser hombres de comunión, de misión y de diálogo. Están llamados a tender puentes de fraternidad, de servicio, de búsqueda común de la verdad, de paz y de justicia. Han de procurar el diálogo con los hermanos de otras confesiones cristianas, con creyentes de otras religiones, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que buscan la verdad y el bien.
Deseo dirigir a todos los sacerdotes estas palabras que tomo de mi carta pastoral Testigos de Jesucristo en la sociedad del siglo XXI, publicada durante este tiempo de Adviento: “Queridos hermanos sacerdotes: mantened clara vuestra identidad, vivid inmersos en el misterio de Cristo, en comunión con el Santo Padre y con el obispo, en comunión con los hermanos sacerdotes que forman el presbiterio diocesano, desde la colaboración profunda con los religiosos, religiosas y laicos. Con nuevos métodos, con nuevo ardor, con un testimonio de vida elocuente, sed testigos del gozo de la vida entregada a Cristo y a los hermanos.”
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
En este clima esperanzado, tendré hoy la alegría de ordenar a dos nuevos sacerdotes, Carles Cahuana y Josep Maria Cot. El pasado 4 de noviembre ordené también a dos nuevos sacerdotes, Andreu Rodríguez y Joan Lázaro. Y el 25 de marzo pasado impuse las manos a un joven presbítero de nuestra diócesis, Marc Aceituno. Cinco nuevos presbíteros para nuestra joven diócesis en este año de 2007. Es desde luego un motivo de gozo y de esperanza en el futuro de nuestras comunidades cristianas.
Los sacerdotes son los primeros colaboradores del obispo, comparten la solicitud por la evangelización, se consagran plenamente al servicio de la Iglesia diocesana. El ministerio del presbítero es comunión y colaboración responsable y necesaria con el ministerio del obispo. Su vida y ministerio son continuación de la vida y de la acción de Cristo y, en consecuencia, han de seguir su estilo de vida, han de vivir sus actitudes. En esto consiste su identidad y aquí radica la fuente del gozo de la vida sacerdotal. La celebración de la Eucaristía será el momento privilegiado para expresar su unión con Cristo y su entrega a los hermanos.
En el momento presente, los sacerdotes han de vivir especialmente el compromiso de evangelizar con un celo pastoral que los lleve no al repliegue sino a la búsqueda de todas las ovejas. El Señor les confía no sólo el cuidado pastoral de la comunidad cristiana, sino también la evangelización de los indiferentes, los alejados, los no creyentes, y de todos aquellos que todavía no han escuchado la Buena Nueva. Su vida y su trabajo están consagrados al anuncio del Evangelio y a la edificación de la Iglesia. Por esto han de gastarse y desgastarse en el servicio del anuncio del Evangelio y en el servicio para que los creyentes puedan alcanzar la plenitud de la vida cristiana.
Los sacerdotes están llamados a ser hombres de comunión, de misión y de diálogo. Están llamados a tender puentes de fraternidad, de servicio, de búsqueda común de la verdad, de paz y de justicia. Han de procurar el diálogo con los hermanos de otras confesiones cristianas, con creyentes de otras religiones, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad que buscan la verdad y el bien.
Deseo dirigir a todos los sacerdotes estas palabras que tomo de mi carta pastoral Testigos de Jesucristo en la sociedad del siglo XXI, publicada durante este tiempo de Adviento: “Queridos hermanos sacerdotes: mantened clara vuestra identidad, vivid inmersos en el misterio de Cristo, en comunión con el Santo Padre y con el obispo, en comunión con los hermanos sacerdotes que forman el presbiterio diocesano, desde la colaboración profunda con los religiosos, religiosas y laicos. Con nuevos métodos, con nuevo ardor, con un testimonio de vida elocuente, sed testigos del gozo de la vida entregada a Cristo y a los hermanos.”
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa