Una fe informativa o una fe performativa

 Con la búsqueda del rostro del Dios verdadero –de la que hablé el domingo pasado- la Cuaresma es también un tiempo de conversión. Es una llamada a la autenticidad, a escuchar el Evangelio con un corazón abierto y sincero. Hemos iniciado este tiempo escuchando aquellas palabras que dicen: “Mirad de no hacer el bien ante las personas para que lo vean”. Todo puede ser desnaturalizado, y también puede serlo la fe. Lo que hace falta, en tiempo cuaresmal, es acoger aquella grave admonición del profeta: “Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos”.
No sólo meditamos, en este tiempo litúrgico, sobre la fragilidad y la transitoriedad de nuestra condición humana, que por otra parte es muy real. Esta fragilidad nos la recuerda aquella fórmula tradicional de la imposición de la ceniza: “Memento homo quia pulvis es...” Es decir, “recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo has de retornar”.
No obstante, actualmente es más utilizada una fórmula alternativa y más positiva que dice así: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Esta fórmula nos traslada a los mismos inicios de la predicación de Jesucristo, después de su estancia de cuarenta días en el desierto. Los cristianos, en este tiempo, acompañamos a Jesús al desierto, lugar de ayuno y de tentación, para fortalecernos y renovar, en la noche de Pascua, las promesas de nuestro bautismo. Con los catecúmenos que se prepararen en este tiempo para recibir el bautismo, todos nos hacemos catecúmenos para renovarnos en la vivencia de la fe, que equivale a decir en el esfuerzo de ser más coherentes con la fe y la gracia recibida en el bautismo y en los demás sacramentos.
Sin embargo, hay una dificultad, sobre todo para los que han nacido y vivido en un ambiente social cristiano: no abrir nuestro corazón a la conversión diciéndonos “esto ya me lo sé; ya lo he oído otros años…”
Ante esto, me parece muy significativa una distinción terminológica que recoge Benedicto XVI en el comienzo de su encíclica sobre la esperanza cristiana, que ha sido subrayada por muchos comentaristas de este documento. Me refiero a los términos informativo y performativo, que me han traído a la memoria mis estudios de psicología, años atrás.
Para los primeros cristianos, nos dice el Santo Padre, y también para nosotros hoy, el mensaje del Evangelio y la adhesión por la fe a la persona de Jesús no ha de ser sólo algo que hay que saber, sino sobre todo una noticia que nos invita a hacer, una noticia que puede transformar nuestra vida. El Santo Padre lo dice así: “En nuestro lenguaje se diría: el mensaje cristiano no es sólo informativo, sino performativo”. Esto significa que el Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera. Se le ha dado una vida nueva” (Spe salvi, n. 2).
Esta puerta abierta sobre nuestras oscuridades colectivas o personales es la Pascua de Jesús. El Evangelio de Jesucristo nos invita a contemplarlo todo, también los momentos de oscuridad y de prueba, como momentos de Pascua. La Cuaresma es como un tiempo de entrenamiento o de noviciado para hacernos capaces de vivir con Cristo una espiritualidad eminentemente pascual, de muerte y resurrección.
Y por eso, como creyentes cristianos y como comunidades cristianas, tenemos que intentar superar la tentación de pensar que el Evangelio es algo que ya nos sabemos, de lo que ya estamos informados. El problema radica en si lo vivimos, si conforma y transforma, cada año un poco más, nuestra vida de cada día.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa