Pienso que es bueno que nos vayamos preparando para una iniciativa del Papa que considero de gran significación espiritual. Me refiero al Año Santo de la Misericordia. Si se me preguntara qué pretende el Santo Padre con esta iniciativa respondería con el mismo título de la bula con la que convoca este jubileo: Misericordiae vultus, es decir, “el rostro de la misericordia”. Se trata de comprometer a todos los católicos a mostrar al mundo de hoy, con palabras y con hechos, el verdadero rostro del amor de Cristo, que es el rostro genuino del amor de Dios Padre.
El Jubileo extraordinario de la Misericordia comenzará el 8 de diciembre próximo, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Me parece muy bello que el Papa haya escogido una fiesta mariana, de tanta tradición y raigambre entre nosotros. María –como decimos en la Salve Regina- es “Reina y Madre de misericordia; vida, dulzura y esperanza nuestra”. Si el jubileo se abre en una fiesta de María, se concluirá en una fiesta de Jesús: el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Jesucristo Rey del Universo, será el domingo que cerrará un año litúrgico y también las celebraciones jubilares.
Quizá el lector se pregunte: ¿Qué es un Año Santo? Es un tiempo de gracia, de una conversión más intensa, de un especial acercamiento a Dios. Este jubileo, en concreto, es sobre todo una invitación a acercarse a Dios, a acogerlo como Amor y como Misericordia. Por eso, el acto de la convocatoria oficial quiso realizarlo el Papa en el segundo domingo de Pascua, el pasado 12 de abril, que es el domingo llamado de la Divina Misericordia, por voluntad y decisión de san Juan Pablo II, que dedicó una de sus encíclica a este tema central en nuestra fe cristiana: la tituló Dios, rico en misericordia.
A la pregunta “¿Por qué hoy un jubileo de la Misericordia?” el Papa Francisco respondió: “Simplemente porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con más intensidad los signos de la presencia y de la proximidad de Dios”. De manera que “este no es un tiempo para estar distraídos, sino para estar alerta y despertar en nosotros la capacidad de ver aquello que es esencial”. Es también “el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le confió el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre”.
En suma: es “un año para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia; un tiempo favorable para curar heridas, para saber descubrir los muchos signos de la ternura de Dios”.
El Año Santo de la Misericordia es como la expresión de la intención de fondo que el Papa Francisco está dando a su misión: la oportunidad de encuentro con Cristo, de una Iglesia “en salida” y una Iglesia samaritana, que sale en misión hacia las periferias existenciales y geográficas del mundo de hoy.
El Año Santo tendrá su centro en Roma, pero es un hecho universal. Con diversos gestos el Papa ha insistido en este carácter universal. También en la Catedral de nuestra diócesis de Terrassa se abrirá –como quiere el Papa- una puerta santa. De ello hablaremos en otra ocasión.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa