Una obra de arte. 

Recuerdo que en mis años de pastoral parroquial una de las ideas que solía presentar a los padres en la homilía de los bautizos era que la educación de un hijo es una obra de arte, que ayudar al hijo a desarrollar todas sus potencialidades físicas, psicológicas, intelectuales y espirituales es una obra de arte más bella e importante que la más bella de las pinturas, esculturas o edificios. Ahora bien, una obra de arte no se improvisa y requiere dedicación, cariño y mucha paciencia. En términos semejantes me he dirigido también a los profesores, catequistas, monitores, a todos aquellos que en un momento u otro de la vida pueden colaborar en la educación de las personas. Vaya mi felicitación en primer lugar a los padres y a los profesionales del mundo educativo por su coraje. También a las personas que colaboran en la formación de los demás en diferentes instituciones y voluntariados.
Actualmente nos encontramos con unas dificultades desconocidas hace unos años. He oído contar anécdotas increíbles sobre niños de pocos años que se niegan a obedecer a sus padres, en familias normales, no me refiero a familias desestructuradas. No hablemos ya de la indisciplina en las escuelas. Según los entendidos, el compromiso por parte de los padres en la educación de los hijos se va debilitando, como se debilita el principio de autoridad en general, y así es muy difícil realizar la misión de educar.
La pérdida de autoridad se detecta en las familias y en las escuelas, y también en las parroquias y en las instituciones de educación en el tiempo libre. La tentación de las instancias educativas es la de inhibirse transfiriendo a los demás la responsabilidad. Es cierto que hoy en día ser padre o ser educador no es tarea fácil; más bien parece una misión imposible porque vivimos sujetos a innumerables impactos visuales y acústicos, en una cultura de la imagen en la que no tenemos tiempo de procesar y de integrar la catarata de datos e informaciones que recibimos cada día. Además, nuestra cultura es cada vez más relativista y más huérfana de puntos de referencia.
Aquel respeto que se tenía por el padre, por el maestro, por el párroco del pueblo ha quedado lejos. Antes los niños y los jóvenes imitaban a los padres y a los referentes educativos que tenían alrededor. Ahora parece como si los adultos quisieran imitar a los jóvenes porque se ha instaurado el valor de la juventud perpetua, y en lugar de respetar el ciclo de la vida con lo que tiene de bello y de enriquecedor en cada etapa, se trata de conseguir una especie de eterna juventud estética y superficial.  
El padre, el maestro, el sacerdote, el monitor tendrán que ser accesibles, cercanos. Pero cada uno en su lugar, porque entre todos hemos de afrontar la apasionante y a la vez dificilísima tarea de la educación, conscientes de que si no se cumple con los deberes educativos vendrán otras instancias que ocuparán y  usurparán su lugar. En este sentido, parece que en la actualidad hay dos agentes educativos que están desplazando a los demás: la TV e internet. Cada vez estamos más comunicados con personas que pueden estar a miles de kilómetros de distancia y cada vez hay más problemas de diálogo y de relación personal. Es la grandeza y la miseria de las nuevas tecnologías, instrumentos con los que se pueden hacer maravillas y que pueden ayudar en la educación, pero que también pueden producir desastres, depende del uso que se haga de ellos.
En estas semanas del mes de octubre trataré algunos aspectos de la educación.

+Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa