Terminamos hoy el año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo rey del universo. Es una ocasión de balance del año cristiano que termina y de perspectivas para el año que vamos a comenzar el próximo domingo, con la entrada en el tiempo de Adviento.
Para este día, creo oportuno invitar a quienes tienen la bondad de leer estas comunicaciones a escuchar una voz cristiana que nos ha llegado desde Oriente. Me refiero a la homilía que pronunció en Barcelona el metropolita ortodoxo Filaret, exarca de Bielorrusia, en el Patriarcado de Moscú. Era la misa de inauguración del Encuentro Interreligioso de Plegaria por la Paz, celebrado bajo los auspicios de la Comunidad de Sant’Egidio y del Arzobispado de Barcelona del 3 al 5 del pasado octubre. Significativamente, aunque el metropolita no concelebró la eucaristía, sí que compartió la predicación de la Palabra de Dios con el cardenal de Barcelona.
No pretendo resumir sus palabras, sino tan sólo poner algunos acentos, destacar algunas de sus afirmaciones en la perspectiva de la liturgia de este domingo.
Acabamos un año litúrgico y creo que merecen destacarse estas palabras venidas de Oriente: “Hoy la gracia del Señor nos ha reunido juntos para que podamos dar gracias al Creador por su gran misericordia. La Iglesia vive de la Liturgia, que se celebra ya desde hace dos mil años, a fin de confirmar los corazones de los creyentes en Cristo”. Que desde Oriente se nos diga que “la Iglesia vive de la liturgia” es una llamada a la espiritualidad, es una invitación a la participación sobre todo espiritual en nuestras celebraciones, en las que nuestro espíritu ha de estar impregnado de la bondad y de la misericordia de Dios que nos reúne, nos perdona y nos anima. Bella invitación que podría ser un propósito para todo un año litúrgico: que nuestras celebraciones, por modestas que sean en sus medios, sean vivas y susciten vida espiritual por la gracia del Espíritu Santo. Que “confirmen los corazones en la fe”, como dice Filaret. El corazón, como sabemos, es en el lenguaje de la espiritualidad bíblica lo más íntimo y nuclear de la persona.
A renglón seguido de esas afirmaciones, el metropolita afirmó que “nuestros tiempos nos ofrecen un gran número de ocasiones para preguntarnos: nuestra oración ¿tiene fuerza y sentido? No es vana nuestra confianza? ¿El Señor ha abandonado un mundo que huye persistentemente del Evangelio?”. ¿Qué debemos hacer?, se preguntaba Filaret. ¿Y de dónde sacar la inteligencia y la fuerza para dar testimonio cristiano de la verdad? “El mismo Señor responde a nuestras preguntas: ‘Mas el justo por su fe vivirá’ (Ha 2,4). ¡La fe! Ésta es la cuestión: ‘la fe es la fuente de nuestra fuerza, la luz que disipa las tinieblas, el escudo capaz de apagar los dardos del mal’ (Ef 6, 16)”.
El metropolita dijo también que el mundo actual está sobrecargado de información. ¿Cómo hacer audible la palabra cristiana en medio de tantas voces, de tantas teorías? La fe para muchos puede parecer una locura. Pero Filaret, nos llevaba a una lectura en profundidad de San Pablo. No tengamos miedo, “porque nuestro testimonio, por gracia de Dios, puede ser aquella débil semilla que también dará fruto en el corazón de quien tiene poca fe”.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa