Zygmunt Bauman

ESCUDO EPISCOPAL SAIZ

El sociólogo Zygmunt Bauman murió el pasado 8 de enero en su domicilio de Leeds (Inglaterra) a los 91 años. Nos ha dejado uno de los pensadores que mejor supo definir el cambio de los tiempos y la revolución social y cultural que tuvo lugar en el siglo XX. Su obra estuvo marcada por la categoría de modernidad líquida, con la que  define el actual momento histórico en el que se han desvanecido las instituciones sólidas que fundamentaban nuestra vida; considera que el ser humano está huérfano de referencias consistentes y tiende cada vez más hacia el individualismo. Su otra gran línea de pensamiento, a mi entender, analiza el crecimiento de las desigualdades. En ella destaca las consecuencias humanas de la globalización en forma de crecimiento de las desigualdades y la creación de una nueva clase social caracterizada por la precariedad.

Bauman define la sociedad del cambio de siglo como modernidad líquida. Un concepto que desarrollaría en diversas publicaciones sobre los distintos aspectos de la sociedad líquida en los años siguientes. Durante los años 90 se centró en el estudio de la posmodernidad, a la que describía como un periodo en el que el valor dominante era la libertad individual en una sociedad hedonista de consumidores. En torno al cambio de siglo afinó este análisis, diferenciando la “modernidad sólida” de la “modernidad líquida”, un concepto que desplegaría en obras como La modernidad líquida (2000), Amor líquido (2003), Vida líquida  (2006), Miedo líquido  (2006), Tiempos líquidos (2006), Arte ¿líquido? (2007), Los retos de la educación en la modernidad líquida’ (2008) y La cultura en el mundo de la modernidad líquida (2011).

¿En qué consiste esa realidad líquida? En una ruptura con las instituciones y las estructuras fijadas. En el pasado, las personas seguían los patrones establecidos y se ubicaban en las estructuras, mientras que en la actualidad cada uno tiende a crear su propio modelo para determinar sus decisiones y forma de vida. La sociedad actual se basa en el individualismo y en una forma de vida cambiante y efímera, inestable y carente de solidez. La vida líquida consiste en no mantener ningún rumbo determinado, es una serie continua de nuevos comienzos y de incesantes finales. El amor líquido es un amor sin fundamento ni compromiso, porque se tiene miedo del sacrificio y  la renuncia, imprescindibles para un proyecto común de vida. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que prima la búsqueda del beneficio personal. A propósito de la encíclica Deus caritas est, del papa Benedicto XVI, Bauman declaró en  el diario "Avvenire" (2 febrero 2006): "Creo que el Papa ha dado en el blanco con su llamamiento al amor total en una sociedad que por definición evita los lazos duraderos y exclusivos".

El hombre líquido quiere ser simplemente un ciudadano del mundo sin ataduras, ni en el amor ni en la forma de vida. La realidad líquida es continuo movimiento, flujo y búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar, sin compromiso en el amor ni en el trabajo. Ciudadano del mundo pero de ningún lugar concreto al mismo tiempo. Es la era del consumismo, en la que  lo importante no es conservar los objetos, sino renovarlos constantemente. A la vez, la realidad líquida angustia a las personas porque no tienen nada fijo y duradero. El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación de deseos siempre nuevos.

Zygmunt Bauman ha fallecido. Perdemos a uno de los filósofos y sociólogos más importantes del siglo XX e inicios del XXI, pero conservamos sus obras que nos ayudan a entender la  sociedad actual en su enorme complejidad.

+ Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrasa

+ Josep Àngel Saiz Meneses

Obispo de Terrassa