
Estamos comenzando un nuevo curso en todos los ámbitos de la vida ciudadana. También en nuestras parroquias, colegios cristianos, en asociaciones y movimientos eclesiales. Comienza un nuevo curso y todos estamos preocupados. La crisis económica no cesa. Persiste y se agrava. Sus repercusiones inciden sobre todo en las capas más frágiles de la sociedad. La falta de trabajo pone a muchas personas y a familias enteras en una situación penosa y de gran precariedad. El año próximo ya se nos anuncia que no saldremos del túnel. ¿Qué podemos hacer como cristianos?
Ante todo, ser solidarios con las víctimas, con todos aquellos para los que la situación es especialmente dura. Son muchos. Bien sabemos lo que dice la sabiduría popular que “las desgracias nunca vienen solas”. El pasado verano hemos vivido hechos especialmente dolorosos a causa de los incendios forestales. También existen sufrimientos más escondidos, pero no menos lacerantes.
Las lecciones de la crisis no son pocas. Y hemos de plantearlas con franqueza. Los cristianos estamos llamados especialmente en esta hora a dar un testimonio de cohesión y de solidaridad. No hemos de caer en ningún sentimentalismo ni en ninguna retórica moralística, la famosa y desprestigiada “moralina”. Si podemos, llamemos a las cosas por su nombre. Y ante todo, que nuestra aportación al paso de este túnel no sean ante todo las palabras, sino los hechos. Un hijo ilustre de Terrassa, el padre Jacint Alegre i Pujals, que en 1932 fundó el Cottolengo de Barcelona –el primero de la Península Ibérica- decía: “Hechos, hechos, y no palabras”.
Entremos con este propósito en el nuevo curso. En estos tiempos recios y dolorosos, que cada cual asuma su responsabilidad y haga todo el bien que pueda. Este curso será el del Año de la Fe, que comenzará el próximo 11 de octubre. Queridos diocesanos: como en años anteriores, había pensado en la posibilidad de publicar una carta pastoral que diera unas pautas para el nuevo curso, pero he renunciado a hacerlo. Creo que la carta apostólica Porta fidei (La Puerta de la F e), con la que Benedicto XVI nos traza una óptima hoja de ruta para este año pastoral, es el documento magisterial sobre el que hemos de concentrar nuestra reflexión.
No pocos observadores dicen que los cristianos, ahora y aquí, damos la impresión de estar un poco dormidos, un poco cansados y como desilusionados de vivir nuestra fe. Quiera Dios que esta crisis nos ayude a despertar la fe dormida.
Y con la fe que se despierte también la caridad. El Papa desea que este Año sea una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. Porque –como nos recuerda en la carta que he citado- “la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de manera que la una permite a la otra seguir su camino (…) Sostenidos por la fe, entreguémonos con esperanza a nuestro compromiso con el mundo, esperando un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia” (Porta fidei, n. 14).
Este es mi mayor deseo, para vosotros y para mí mismo, ante el nuevo curso.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa