Creo en Dios (26/05/2024)
Celebramos hoy, en la solemnidad de la Santísima Trinidad, lo que podríamos decir que es la fiesta del misterio y de la realidad más profunda de Dios, el núcleo central de nuestra fe. Tanto es así, que toda nuestra vida gira en torno a este misterio, y cuando por ejemplo comenzamos cualquier celebración o plegaria, empezamos siempre «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y lo mismo hacemos al terminar y al recibir su bendición al final de las celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia.
Pero deberíamos preguntarnos quién es Dios para nosotros, cómo es el Dios en el que creemos y lo afirmamos cuando rezamos las palabras del Credo. ¿Qué imagen tenemos nosotros de Dios? Porque, si bien Dios se nos ha ido revelando a lo largo de toda la historia de la salvación, en las Sagradas Escrituras, ha sido Jesús quien, al llegar la plenitud de los tiempos, es decir, ahora, nos lo ha revelado. Nunca hubiéramos podido llegar a conocer quién es y cómo es Dios, si Él mismo, no nos lo hubiera manifestado en su Hijo amado. Como dice la carta a los Hebreos: «En muchas ocasiones y de muchas maneras, Dios antiguamente había hablado a nuestros padres por boca de los profetas; pero ahora, en estos días, que son los definitivos, nos ha hablado a nosotros en la persona del Hijo, por medio del cual ya había creado el mundo» (Hbr. 1,1).
Él es el Hijo eterno de Dios, que se ha encarnado y se ha hecho hombre como nosotros, y se nos ha presentado como lo que es, el Hijo de Dios, y nos revela que, si existe un Hijo, hay también un Padre. Y nos revela que también existe un Espíritu Santo. Por eso, ante la pregunta de en qué Dios creemos nosotros, la respuesta solo puede ser que creemos en el Dios que Jesucristo nos ha revelado, un Dios único, que es Padre y es Hijo y es Espíritu Santo. Un Dios que es amor eterno y que nos ofrece vivir en su familia, en su amor: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Y el amor de Dios se ha manifestado en medio de nosotros cuando ha enviado al mundo a su Hijo único para que vivamos gracias a Él… Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él» (1 Jn 4, 8-16).
Hoy felicitamos a Dios por esta fiesta de su misterio, de su amor, y damos gracias a Jesús, que es quien nos ha revelado el misterio de su intimidad: «El que me ama, guardará mis mandamientos, y yo rogaré al Padre que os dará otro Defensor para que se quede con vosotros para siempre. Él es el Espíritu de la verdad, que el mundo no puede acoger porque no es capaz de verlo ni conocerlo. Vosotros sois quien lo conocéis, porque habita en vuestra casa y estará dentro de vosotros» (Jn 14, 15-17).
En esta fiesta la Iglesia celebra también el día Pro orantibus, donde se nos invita a rezar y agradecer a Dios el don de nuestros hermanos, los monjes y las monjas contemplativos. Estos son llamados a una vida de soledad y silencio, de intercesión por el mundo, de contemplación y alabanza del misterio de Dios. Su misión es la más importante en la Iglesia y nada la puede sustituir. Ellos oran en nuestro nombre y oran por nosotros. Hoy agradecemos su entrega y fidelidad.
+ Salvador Cristau i Coll
Obispo de Terrassa