¿De verdad caminamos juntos? (04/09/22)
Estos días los niños y los jóvenes vuelven a las escuelas y universidades, y los que han podido disfrutar de un merecido descanso reanudan sus actividades habituales. Y así ocurre también en nuestras comunidades cristianas.
Empezamos un nuevo curso, una nueva etapa en nuestra vida. Empezar una nueva etapa equivale a empezar un camino nuevo lleno de posibilidades, de oportunidades, de esperanzas y sobre todo un camino lleno de gracias, las gracias que Dios nos tiene preparadas y nos quiere dar, porque es Él, que con su misericordia, nos las da.
Es una oportunidad para revisar el camino recorrido en etapas anteriores, para pedir perdón y enderezar el camino. Como cristianos, como miembros de la familia de Dios que es la Iglesia es la oportunidad de caminar juntos, de intensificar el camino de la fe, de la comunión como Iglesia, de nuestra participación en esta familia de la Iglesia, de la misión que cada uno hemos recibido en la vida. Es la oportunidad de descubrir que no somos para nosotros mismos sino para los demás.
Sínodo y "sinodalidad" no son sólo palabras más o menos de moda entre nosotros. Es la conciencia de una realidad, de un aspecto de la forma de ser de la Iglesia porque sabemos que “sinodalidad” significa “caminar juntos”, aunque demasiado a menudo los cristianos tendemos a “ir a la nuestra”: nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de entender, nuestra forma de hacer. “Es que yo lo veo así”, o “es que yo lo siento así”, decimos o dicen algunos a veces.
En una sociedad y ambiente marcadamente individualistas tendemos también nosotros a lo mismo, incluso a pensar que somos cristianos al margen de los otros hermanos, al margen de la familia de la que formamos parte, al margen de aquellos que tienen responsabilidades dentro de la familia.
Ésta es ciertamente una actitud y una tendencia humana que se da con fuerza en el mundo. Pero no es una actitud cristiana ni evangélica. Pensemos qué puede significar que Dios escogiera un pueblo para manifestarse, para revelar su presencia, su amor. Un pueblo, una comunidad. Pensemos que, después, Jesús reunió a discípulos a su alrededor para comunicar su mensaje y darnos su vida. Discípulos, grupo, comunidad también.
Pensemos qué puede significar que cuando Jesús enseñó a orar a sus discípulos les dijo: “Padre nuestro que estás en el cielo…” (Mt. 6, 9). "Padre nuestro" es la expresión más sencilla ya la vez profunda para manifestar nuestra realidad de hijos, de hermanos reunidos en comunidad, en familia.
Por eso al empezar un nuevo curso debemos plantearnos la necesidad de no ir solos, de caminar juntos, buscando la voluntad de Dios, lo que Él quiere para nosotros, para nuestras familias, comunidades, escuelas, instituciones. Éste es el sentido de la “sinodalidad”, caminar juntos para encontrar juntos lo que Dios quiere, el proyecto de Dios para cada uno de nosotros y de todos como comunidad Iglesia en el momento presente.
+ Salvador Cristau i Coll
Obispo de Terrassa